Al carajo el financiamiento privado de partidos imagen

Quien paga los mariachis pide las canciones. Lo interpreto como una verdad casi absoluta, donde un poderoso financia la campaña de un político y cambio espera tener beneficios.

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Quien paga los mariachis pide las canciones, dice un refrán. Lo interpreto como una verdad casi absoluta, donde un poderoso financia la campaña de un político y cambio espera tener algún beneficio, aunque sea pequeñito. (Si pues).

Evidentemente ese caudaloso y generoso cash flow tiene que tener una tasa interna de retorno. Es decir que el capital que ese poderoso aporta, deberá regresar a él de una u otra manera. ¿De qué forma? El abanico de posibilidades es variado, pero acá les dejo algunas de las más frecuentes: por medio de cuotas de poder, concesión de contratos adjudicados de maneras poco transparentes, repartición de plazas a dedo a favor de amigos y familiares de los financistas y cualesquiera formas que los financistas encuentren para cobrar el favor.

Ya la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala -CICIG- y el Ministerio Público -MP- judicializaron lo que hasta hace unos años era un secreto a voces: los grandes constructores entregan dinero a los políticos y después obtienen algún beneficio a cambio. ¿Recuerdan ustedes el caso construcción y corrupción? 

 ¿No debería ser este caso un aliciente para prohibir el financiamiento electoral privado y así evitar que esa tasa interna de retorno le pasa la factura a los buenos guatemaltecos? A lo mejor, podría acostumbrarme a campañas más austeras que generen el debate de ideas y se distancien del burdo marketing político de canciones trilladas y giras con edecanes al estilo de nuestra pobre liga de fútbol. 

¿Acaso hablo de algo que no todo mundo sepa? El gran problema es que veo a los diputados, los únicos que pueden legislar y modificar la Ley Electoral y del Partidos Políticos, más interesados en proteger sus mezquinos intereses que en democratizar un proceso que urge de cambios profundos.

Veo a legisladores más preocupados en garantizar su permanencia en el Congreso que en realmente cambiar la forma en la que se hace política en el país y sobre todo la manera en cómo se eligen a los funcionarios que dignamente nos representan.

Los diputados buscan restarle fuerza al de por sí sin dientes Tribunal Supremo Electoral –TSE–, al crear una Sala específica que conozca los fallos en materia electoral. Algo se ha avanzado con la prohibición del transfuguismo pero la ley dista mucho de tener las modificaciones necesarias para pensar en una verdadera democracia.

Por otro lado veo a un TSE que si bien intenta hacer algunos cambios en la legislación que sumarán a nuestro proceso electoral, no son tan radicales como quisiéramos para modificar a profundidad nuestro sistema. La respuesta quizás la encontremos en el financiamiento público, aunque este no sea de nuestro agrado. Lo que no deberíamos de permitir es que las políticas públicas y la forma en la que se legisla en el país esté en manos de los poderosos que pagan los mariachis y piden las canciones. 

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