Lo que ellos callan: violaciones sexuales a hombres. 2 serie, una realidad oculta imagen

Un hombre puede ser violado, puede ser ultrajado al igual que una mujer. Esto desafía los límites del machismo y el feminismo, se trata de seres humanos. Con mucha indignación les comparto la serie 2.

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Fotografías: Santiago Billy 

Gráficas: Francisco Javier Miranda 

Un hombre puede ser violado, puede ser ultrajado al igual que una mujer. Esto desafía los límites del machismo y el feminismo, se trata de seres humanos. Con mucha indignación les comparto la serie 2 de “Lo que ellos callan: violaciones sexuales a hombres, un estigma en Guatemala”.

Había cometido muchos errores en su vida, era divorciado, estaba solo y había sido enviado a la cárcel por no cumplir con la pensión alimenticia a su ex esposa. Nunca imaginó que este error podría cambiarle la vida.

En uno de esos días oscuros, de miedo que se viven en un centro penitenciario en Guatemala, recuerda tener el pantalón y el calzoncillo en las pantorrillas. Se retorcía por el dolor en el ano y los genitales, pero se resistía a creer lo ocurrido.

No fue 1 ni 2, había sido violado por 7 hombres, quién sabe cuántos de ellos portadores de VIH.

Lo que ellos callan, serie 1 aquí: http://www.relato.gt/destacados/lo-que-ellos-callan-violaciones-sexuales-a-hombres-un-estigma-en-guatemala

No es fácil encontrar casos de violación sexual a hombres adultos. Por un lado, limita el acceso la protección de información sensible de la víctima. Ni jueces ni fiscales tienen autorizado hablar abiertamente de estos casos cuando están en proceso. Pero por otro lado, esos no son los casos que ocupan los escritorios de los fiscales, que también investigan las violaciones y abusos sexuales contra mujeres.

De 2010 a 2017 el Ministerio Público (MP) registró un total de 3 mil 502 violaciones sexuales a hombres mayores de edad. De estos casos, 73 (2.08 por ciento) fueron archivados y 55 (1.6 por ciento) sobreseídos. Y de los que llegaron a juicio, solo 277 consiguieron una condena.

Pero hay una realidad ocultada y poco notoria, mas no por eso menos relevante. Las estadísticas oficiales revelan que cada 18 horas un hombre es violado en Guatemala. Eso, sin contar la cifra negra de los que optan por callar y enfrentar solos el estigma y el dolor físico y emocional.




Estas mismas estadísticas reflejan que el 15 por ciento de hombres violados tienen entre 35 y 45 años. Pero la realidad que narran en las fiscalías y en los consultorios médicos y psicológicos es que la mayoría de víctimas tiene 18 y 25 años, una etapa posterior a la adolescencia en la que el hombre está en proceso de afianzar su hombría y personalidad. Denunciar y enfrentar un abuso sexual es una carga difícil de llevar.

Entre los casos sentenciados se puede contar el de un veinteañero que salió con sus amigos a una discoteca de la zona 1 y ya ebrio los perdió de vista y decidió caminar. Dos hombres lo tomaron por la fuerza y ya abusaban de él en la calle cuando fueron descubiertos por un equipo de policías que patrullaba el área. Detenidos en flagrancia, los violadores fueron condenados.

Renuentes a buscar ayuda

Así como estas víctimas renuncian a buscar justicia, también se rehúsan a buscar atención médica y psicológica porque eso supone confiar a extraños lo que convierten en su mayor secreto. También influye que el sistema de salud público no facilita ni provee la totalidad de tratamientos necesarios para las víctimas masculinas de estos delitos.

La persona víctima de violación debe buscar atención en las 72 horas posteriores a la agresión, sin bañarse, y llevar consigo la ropa que vestía cuando fue atacada para que el MP pueda rescatar la mayor cantidad de evidencias.

En el edificio de Gerona, el Modelo de Atención Integral (MAI) cuenta con un médico de emergencias que suministra las medicinas iniciales; un médico del Inacif para que realice los peritajes que determinen la agresión, y una odontóloga forense, en caso de que haya mordeduras que investigar. Además, cuentan con una avanzada plataforma donde se posee el registro de violadores seriales, lo que facilita el análisis de patrones criminales y hallazgos de los hechos.




Pero de los 22 departamentos del país solo 13 cuentan con MAI. En el resto, el denunciante de violación sexual también tendría que tener acceso a los retrovirales y antibióticos, así como atención médica proveída por el MP. Pero, en la práctica diaria, el abastecimiento de medicinas y la falta de personal médico son las constantes en el sistema de salud público.

Aún más complicado es el acceso a la salud mental. El Ministerio Público solo da acompañamiento psicológico hasta la etapa intermedia del proceso judicial, cuando la fiscalía presenta la acusación. A partir de ahí, queda a criterio del juzgador si asigna un psicólogo del Organismo Judicial, a quien la víctima tendría que narrar de nuevo lo sucedido.

Ni el sistema de salud ni el judicial proveen de terapia psicológica una vez termina el proceso, incluso cuando queda inconcluso. La víctima de violación debe buscar atención psicológica privada, donde cada hora de terapia cuesta en promedio Q300, un precio inaccesible para el 59 por ciento de la población guatemalteca que vive en la pobreza, con menos de Q30 al día, según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de 2014.

El problema existe, pero está invisibilizado por las autoridades. Se hace evidente la falta de empatía, sensibilidad y compromiso de las distintas instituciones, que se dejan llevar por tablas numéricas y datos altos para tomar la mayoría de acciones. El hombre no constituye una minoría, por ley, es igual, posee los mismos derechos que la mujer. 

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