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No llegás a tiempo a la chamba. Te llaman la atención, te dicen que no es la primera vez y que no ven compromiso en vos, así que van a tener que prescindir de tus servicios.

Desempleado, regresás a tu casa. Cuando entrás a la lavandería encontrás tu calzoneta extendida sobre el lavadero. La arena ha desaparecido de ella por completo. Al lado encontrás una notita que dice, “Nunca te conté que puedo aparecer y desaparecer cosas a mi antojo. Lo de la calzoneta es un pequeño regalo por haberme devuelto a mi casa. Jamás podré agradecértelo”.

“Qué vergas”, pensás, “el maldito era prácticamente un dios y esto fue lo que se le ocurrió hacer por mí”.

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