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Sus acciones obligaron a los guatemaltecos a reconocer que vivíamos en una cultura de corrupción, donde se admiraba al “tramposo, embustero y a todo aquel que con poco esfuerzo lograba mucho”. Y como aire caliente, estos logros llevaron a la mancuerna MP/CICIG a la cúspide de la aprobación de la gran mayoría chapina, sin embargo, algo pasó y el amor se rompió.

Luego de las calcomanías, los likes en las redes sociales, las frases de “Guate Cambió” y las conferencias de prensa, la resaca de “Velásquez” se asentó en la cabeza de muchos. El nombre de la Fiscal General provocaba los temblores propios de la falta de licor, un día después de la fiesta, un desgano excesivo.




Sus simpatizantes se habían dividido y algunos de los que les creyeron ciegamente comenzaron a dudar. Los que nunca les quisieron comenzaron a ganar adeptos y así un pueblo que buscaba justicia se dividió profundamente.

Los anti CICIG y los pro CICIG, en todas sus formas. Los que se gritaron en el Congreso, los que se insultaron en las redes y, todos, todos capaces de tachar, identificar y señalar a un miembro del bando opuesto.

El miedo a la guadaña de CICIG se perdió y los reclamos en contra de Velásquez-Aldana, dejaron de hacerse en secreto y salieron a las calles. Así las posturas se radicalizaron más y más, hasta que Guatemala quedó fragmentada.

“Si apoyas a CICIG estás contra la corrupción. Si no la apruebas eres pro corrupción”.

Entre tanto, los pro, se dedicaron a esperar con ansias los martes, miércoles, jueves o el día que fuera de CICIG para conocer a los corruptos de la semana. Viralizaron los logros y aplaudieron lo que conocieron como justicia.

La lucha contra la CICIG y el MP, permeó todos los rings. Restaurantes, bares, calles, plazas, la casa presidencial y hasta el propio Congreso de la República fueron escenarios de disputas. Hoy una Guatemala diferente, donde usar una camisa blanca no denote rechazo a “Iván” es difícil de imaginar.




Una última antes de que se vaya Thelma

Hoy nadie les gritó de vuelta, nadie defendió a “Iván”. Fue de las pocas veces en que el portón negro, sobre la 10ª. avenida, recibió de lleno los insultos y las consignas proferidas contra el “Zar Anticorrupción”.

El par de cientos iban por sus muertos, por los que no se les ha hecho justicia, por la soberanía nacional, por sacar la molestia que “el colombiano” les provoca.

Playera blanca y pantalón de lona, Clinique SPF 50, sombrero y bandera en mano se dieron cita en la 10ª., como rezaba el comunicado.

Isabel bajó de su Mercedes Benz, que debió estacionar dos cuadras antes del portón negro, y comenzó a caminar. Empuñó con fuerza el tubo plástico que era coronado por la azul y blanco y no pudo evitar recordarlo.

Una lágrima resbaló sobre la negra línea que se escondía detrás de los Bulgari. “Mi padre no está aquí y esta es por él, por las injusticias, por el abuso y por hacerles ver que no todo lo que hacen es bueno”.

Durante poco más de una hora gritó, recordó y juró nunca olvidar. Así la “camisa blanca” honró la memoria y saldó cuentas, “le grité lo que pensaba de él y de su actuar, le grité el dolor que nos causó y lo dejé ir”.

Isabel, como otros tantos manifestantes anti CICIG, esperan que María Consuelo Porras, la fiscal recién designada, corrija el rumbo y sea justa en su labor.

Entre tanto, las dos Guatemalas deberán reconciliarse y no olvidar que la lucha es contra la corrupción. Aunque, de momento, más pareciera que un remedio para la resaca de “Don Iván” es lo único que necesitan ambos bandos. 

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