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Con frecuencia escuchamos de agresiones hacia gays, lesbianas o trasvestis. También que existen muchas organizaciones, movimientos sociales y colectivos que luchan en contra de esta forma de discriminación, la cual ha dejado golpes, heridas e, incluso, muerte.

La lucha contra la homofobia ha tomado cada vez más fuerza y continúa. Sin embargo, esta vez conoceremos a hombres que han tenido que sufrir discriminación, no por ser gays, si no lo contrario. Su padecimiento ha sido porque son heterosexuales. Son hombres que solamente comparten una profesión que ha sido categorizada como “gay”: ser bailarín.

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Fobia a los balletistas

El equipo de Relato llegó al Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, en donde concertamos una cita con Jeimy Josué Pocón, de 21 años, quien desde hace nueve inició sus estudios preparatorios y profesionales para ser balletista. Hoy forma parte del Ballet Nacional de Guatemala, el máximo exponente de la danza clásica en el país.




Al llegar al recinto cultural Jeimy se alistaba para iniciar la antepenúltima presentación del Cascanueces. Desde que caminaba hacia nosotros supimos que la plática con él sería interesante. La charla inicia con una confesión: el primer “fóbico de balletistas” con quien conversaríamos esa tarde sería el mismo Jeimy.

“Antes de estudiar danza pensaba que los hombres que practicaban ballet era todos huecos, no creía que un hombre pudiera bailar con ese tipo de ropa y menos moverse de esa forma, pero estaba equivocado. ¡Sí habemos hombres machitos!”, dice mientras sonríe.

¿Por qué decidiste comenzar a estudiar ballet si creías eso?

Mi mamá llevaba a mi hermana a la escuela de danza. Yo en algunas ocasiones me iba a con ellas y así comencé a ver las cosas diferente. Fue algo que despertó en mí al verlo constantemente. Fue así como a los 13 años me gustó la danza y acepté iniciar. Cada vez me fue gustando más y el pensamiento de que los bailarines eran gays se fue disolviendo, aunque como en cualquier otra profesión sí hay, por supuesto.




¿Tuviste alguna negativa por parte de tu familia, comentaban algo por la decisión de ser bailarín?

Mi mamá siempre me apoyó, ella fue la que me llevó. Pero había una tía que frecuentemente le decía a ella que tuviera cuidado de que me fuera a volver gay. A mi tía no le gustaba la idea de que yo hubiera tomado esa carrera.

Algunos primos, aunque nunca me lo dijeron directamente, sí hablaban de mí y pensaban que era homosexual.

Ahora, mis amigos, ellos sí me molestaban mucho, los cuates de la cuadra, o los compañeros del colegio me llamaban “Angelina Ballerina”, por una caricatura de una ratoncita que es balletista.

¿Pensaste en salirte alguna vez por el estigma?

La verdad que no, me gustaba como mucho para dejar mi sueño solo por lo que me dijeran los demás. Al final era mi vida y amaba lo que hacía.

Un amigo mío sí dejó la danza por sus papás. No lo apoyaron, no pudo lidiar con eso y prefirió dejar la escuela.

¿Qué pensás de los gays?

Para mí son personas como vos y como yo, normales. No me hace daño ni mal relacionarme con ellos, y su diferencia no me molesta para nada. Pero sí me molesta que crean que todos somos así, que porque soy balletista tengo que ser gay y que hasta me discriminen si me ven con el atuendo… que me traten como loca solo por mi profesión.

EL BAILE ME HA HECHO MUY FELIZ

Jefferson Alonso Pérez Roche vive en Amatitlán y forma parte de un grupo coreográfico conformado solo por varones, al cual llamaron “Los Chambelanes”.

Los principales opositores a que fuera parte de un grupo de baile eran sus hermanos mayores, por lo que le prohibieron rotundamente que siguiera, aunque él decidió continuar en contra de la voluntad de ellos.





¿Por qué decidiste entrar a ese grupo de baile?

Fue cuando tenía 14 años que una mi tía me dijo que bailaba bien, luego de que una amiga me invitó a participar en una coreografía. Es así como me comenzó a gustar el baile. Aunque te soy sincero, la primera razón por lo que acepté entrar al grupo fue por conseguir chavas, te volvés muy popular y te siguen las mujeres.

Luego me di cuenta de que cada vez que bailo me siento feliz y disfruto de lo que hago.

¿Has sufrido de discriminación por hacer lo que te hace feliz?

Sí, bastante. Te gritan “¡Hueco!”, antes, durante y al bajar del escenario. Te dicen cualquier grosería y peor aún, le dicen a tu familia y amigos que sos gay.

La verdad no me importa que me tilden así porque estoy seguro de lo que soy, y mientras disfrute de lo que hago lo seguiré haciendo. Se ha dicho mucho de nosotros, de nuestro manager, pero lo que no saben que todo es mentira. Si alguien en el grupo es gay lo respetaremos y seguiremos unidos.

¿Hasta cuándo pensás seguir bailando?

No es mi sueño seguir toda mi vida, lastimosamente en Guatemala no hay oportunidades para los bailarines, no pagan bien y hay poca agenda para participar.

Yo seguiré hasta que mis obligaciones me requieran cambiarme de profesión, mientras tanto seguiré estudiando y haré lo que me venga en gana. La homosexualidad para mí es el gusto de cada quien, y si fuera no me avergonzaría de aceptarlo, y mucho menos dejaría de hacer algo solo por lo que digan los demás.

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En ese mismo grupo conocimos a Robin Baldemar Estrada, tiene 21 años y lleva siete de participar con ellos. Los Chambelanes han bailado en México, Honduras, El Salvador y varios departamentos de Guatemala.

No ha ganado casi nada económicamente, pero sí una satisfacción que hace de lado los insultos recibidos. Lo hace gozar de cada movimiento, por muy “gay” que se vea… (Sonríe)




Nos cuenta que muchas veces, antes de salir al escenario, ha pensado no hacerlo cuando escucha cómo el público trata a otros bailarines que salen antes que ellos.

“Pero no, con el grupo he aprendido a trabajar en equipo, encontré amigos, hermanos y confidentes y no bajaré la guardia solo porque unos cuantos piensan que somos gays”, dijo.

¿Qué piensa tu papá de que seás bailarín?

Él sabe que soy hombre (heterosexual) y por lo mismo no duda de mí, de lo contrario me hubiera dicho que no le hable nunca de ellos (los Chambelanes). Me dice que si me gusta que lo siga haciendo.

Aunque te confieso, a veces sí me enojan los comentarios de las personas, pero estoy seguro de que ellos no tienen el valor de subir a un escenario y moverse como nosotros lo hacemos. También pienso que la mayoría de los que nos gritan maricas quiere con uno de nosotros. (Sonríe).

Yo he aprendido a trabajar con gays y para mí no hay ningún problema. No entiendo por qué ellos tienen que pensar que todos, por hacer algo tipificado como tal, tenemos que tener la misma preferencia sexual.


LOS ARTISTAS NO TENEMOS TABúES

“La mayoría de los tabúes que se crean en relación con el arte son en la calle, el desconocimiento de las personas, la poca cultura y pasión por ramas del arte tan poco exploradas en el país, como lo es la danza clásica. Nosotros lo artistas no tenemos tabúes, somos bien definidos de lo que somos”, expresó sentado en un sofá Benjamín Calderón, integrante del Ballet Nacional de Guatemala desde hace 12 años.




¿Qué pasó cuando se enteraron en tu casa y tus amigos de que querías ser balletista?

En mi familia no hubo problema, mi mamá me apoyó desde un principio al igual que mi hermana, quien también estudiaba danza.

Donde sí fue bien difícil fue en el colegio, con mis compañeros. Me decían de todo y muchos amigos dudaron de mi sexualidad. Yo no tenía prejuicios al respecto, pero sí me afectó al principio. Prefería no hablar del tema y los evitaba.

¿Cuál creés que es en Guatemala el problema de tanta discriminación?

Número uno es la falta de tolerancia, el pensar que porque alguien más pudiera ser diferente a mí no lo voy a tolerar, o creer que hay personas superiores solo porque podrían ser diferentes a los demás.

Otro punto es la ignorancia al hablar de temas como la danza. Creer que solamente los gays pueden bailar es fatal, o que solo las mujeres pueden cocinar, o cortar el cabello, por ejemplo. Una profesión no hace a nadie de una u otra forma, así como quien sea gay puede ser un ingeniero si así lo desea, un heterosexual puede ser maquillista si eso le gusta.




¿Qué recomendás hacer si alguien estigmatiza tu trabajo?

Yo evitaba hablar del tema para no tener que dar explicaciones. Conozco a muchos que dejaron la danza porque no los apoyaron y no soportaron la presión social.

Entonces lo mejor es no hablar de algo con alguien que no conoce, porque solo te desgastarás y si realmente te gusta lo que hacés debés seguir tu camino.

Alguien dijo con mucha razón, “el respeto al derecho ajeno es la paz”, pero muy pocos han comprendido eso.

Fotografías: Orlando Estrado

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