Las oscuras entrañas de la juventud urbano marginal
Somos la juventud urbano marginal. En nuestros hogares ha hecho falta nuestra mamá, nuestro papá, o ambos.
Somos la juventud en donde nuestro hermano mayor se ha hecho cargo de los más pequeños y ha salido a trabajar para darnos de comer.
Consumimos drogas, claro que sí. Aunque no todos. Pero los que sí, es porque caímos en esto y estamos tan sumidos, que pensamos que nuestra vida culminará a los 18 años.
¿Que si estudiamos? Claro que nos gusta ir a la escuela, pero la universidad aÚn no cabe en nuestros planes de vida.
Terminar tercero básico es el clímax para nosotros, ya con eso podemos trabajar y formar una familia.
A muchos de nosotros chicos y chicas, nos hace falta mucho amor, mucha atención. En nuestras casas nunca nos preguntan cómo nos fue el día de hoy, para qué, si al final, la escuela debe de encargarse de hablar con nosotros, dicen.
Casi siempre estamos solos. Y no hay quién nos hable de educación sexual. Quizás por eso desde los 14 años comenzamos a tener relaciones sexuales.
Eso nos ayuda a explorar qué se siente y a experimentar con nuestro cuerpo, aunque nunca nos pasa por la cabeza qué puede pasar después.
En donde vivimos nunca faltan, en nuestro día a día, las escenas de violencia. Casi todos los jóvenes urbano-marginales la vemos y sentimos con naturalidad, si desde niños aprendimos a encerrarnos en la casa al oír las balas en la calle.
Pero, la muerte siempre ha estado allí viéndonos crecer y llevándose a algunos de nuestros amigos, hermanos, padres y madres.
Casi nunca leemos, eso no va con nosotros. Nos gusta más jugar futbol o estar en el parque en grupo, mejor así, unidos.
Eso somos nosotros, la juventud urbano marginal, nacimos y crecimos así. Sin duda, si tuviéramos más oportunidades, nuestra radiografía de vida sería diferente y la situación de este país cambiaría mucho.