Piérdale el amor al porno con Q8 imagen

De pronto estaba en un café internet que me recordaba al peor baño público. La peste a orina anegaba el local; las sillas, las paredes con números de teléfono, y los monitores que estaban cubiertos co

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

 De pronto estaba en un café internet que me recordaba al peor baño público. La peste a orina anegaba el local; las sillas, las paredes con números de teléfono, y los monitores que estaban cubiertos con una espesa capa de polvo, todo apestaba, y yo viendo pornografía por trabajo. Después de todo, es lunes.

Era el tercer cybercafé que visitaba en un intento por conocer qué ocurre en estos lugares. Venía de otro en el que vi una escena que involucraba un chimpancé y a dos mujeres, entonces una escena sado, como la que veía uno de los internautas, ya no era para sorprenderme, total solo éramos tres. Este relato le aclarará algunas dudas, además de confirmar ese adagio: el que busca… encuentra.

Los tres sitios visitados se alejaban a esas escenas de película en la que roqueros tatuados atienden el local mientras inhalan cocaína y escuchan música de Rammstein o The Prodigy, pero no: realidad 1, estereotipos 0.

Primera estación​: “¿Busca privacidad?, pase adelante”

-Hola… soy periodista. Hago una nota de este mundo. ¿Cuéntenme cómo funciona?- Cuando se acude a estos lugares hay que hacer la presentación de rigor, no querrá que lo saquen con amenazas… son de esas lecciones que se aprenden una vez en la vida. De cualquier forma, si hay suerte se consigue información y esta no fue una de esas veces.

Detrás del mostrador, dos jóvenes que no superaban los 35 años se vieron cuando me presenté, y un tercero, un caballero que hablaba por teléfono, que decía algo acerca de la comunidad judía en Guatemala, se alejó. Ambos estaban vestidos de negro. Pero no quiero decir, negro roquero, no era negro Slayer, no es que fueran dos thrasheros. Cuando digo negro, Digo camisas formales negras. Ambos con boinas y barba, y uno de ellos, con quien hablé, tenía payots (me parece que ese es el nombre de los rulos que utilizan los judíos ortodoxos).

“Sería que hablaras con el dueño. Venite el miércoles”. Mientras me respondía, aprovechaba a ver algo que me pudiera servir para la historia. No tenía nada. Folletos de Q8 la hora de Internet, ningún póster sexual, o música de fondo que invitara al coito, menos volantes de casas de citas. Nada. Insistí de nuevo. -Pero no debe ser tan complicado. Solo quiero saber cómo funciona esto. Ustedes asesoran en la búsqueda… hay sugerencias, qué tipo de porno encuentro acá. No sé, guíenme. No tienen que decir sus nombres, no hay foto. Incluso no estoy grabando, solo quiero aprender-.

“Nel, no puedo. Lo que te puedo decir es lo que tenemos. Lo que ves. Son cubículos con Internet, y en el segundo nivel es más privado. Ahí no entra cualquiera. Acá sí. Allá arriba no. No te puedo decir más”.

Me despedí. Al salir, el caballero del teléfono regresó ha hablar con los jóvenes. Solo pude observar a quienes usaban las máquinas. Guatemaltecos tan comunes y silvestres como yo. Nada salido de una película.

 Segunda estación:“Después de todo, somos primates”

Como hay que ingresar a un edificio para entrar a este café, hay que dejar el DPI en la entrada y una vez se recibe el gafete se camina por el pasillo y luego por medio de unas gradas se baja: el letrero dice, café internet discreto. Luego de mi experiencia anterior, hablar con el encargado sería fútil. Entonces pensé que la mejor forma para conocer este ambiente era por medio del historial de sus máquinas. Esta vez, sí obtendría información.




El administrador tenía acento extranjero, incluso habló en inglés cuando atendía el teléfono. Era un acento de medio oriente. “¿Qué quieres?”, -Media ahora de Internet-. “Son 5. Máquina 3, maquina 3”.

Procedí a sentarme. Abrí Chrome y exploré las pestañas y el historial. El primero era de una casa de citas. Encanto VIP. Chicas jóvenes discretas, como Keyla de 19 años y 1.63 m de estatura. También Camila, y una larga lista de nombres. La siguiente pestaña dirigía a Pornhub. Máquinas femeninas para follar, sexo duro con monjas… digamos que nada realmente sorprendente. Fue entonces que ingresé en el historial. La búsqueda más reciente decía Rough Sex, basquet of pain.

Lo que reinaba en este café era el silencio. Los internautas estaban concentrados en sus máquinas. Había música, y con muy bajo volumen, sonidos de otras regiones, nunca sabré qué idioma era, pero a veces se escuchaban suspiros entrecortados, no de la música, sino de la gente en el local. La textura del ambiente comenzaba a espesar. He de decir que si mis intensiones hubieran sido las de un cliente habitual, no me la hubiera pasado bien. El administrador no dejaba de pasar, era incómodo verlo. Rompía el ambiente. No se podía ver pornografía en santa paz.

En fin. Si a Roma fueres… acerco el puntero al video y hago clic en play con la duda ¿Qué será el canasto del dolor?. La cápsula de 5 minutos presentaba lo que parecía ser un pene atrapado en una suerte de canastilla de metal, mientras una cadena pequeña con candado mantenía aferrado el saco escrotal. Una mano que parecía ser femenina, acariciaba el miembro viril, mientras describía con una voz sensual por qué lo estaba castigando.“You’ve been a bad boy… oh yeah…and boys deserve this punishment”, se escuchaba, a menos que mi inglés me falle. Mientras veía esta suerte de masturbación sado, volvía a escuchar otro suspiro, y de fondo, sonaba With or without you de U2. La vida es una ironía.

El clip terminó, al parecer era un trailer pues finalizó abruptamente con la frase Mrs. Sadie’s Extreme. Entraron más clientes y salió otro. Un adolescente que vestido con el uniforme del colegio, había terminado su tiempo y se disponía a retirarse. MI medía hora terminaba a las 12:03. Seguí explorando.

El siguiente enlace decía Sex with animals. Era un site de garañones y mujeres, hombres con yeguas o garañes, perros… perros por todos lados, gran daneses, dóbermans, incluso ponys. Esa era la oferta de la web a la que llegué luego de ver el video de un intento de trío entre dos mujeres y un chimpancé.

Realmente escena sexual persé no era, el primate peludo no entendía la situación. Las dos chicas desnudas por más que acercaran sus vaginas y sus traseros al rostro del primate éste no entendía. Incluso se acostó en el pasto y tapo su rostro luego de que una de ellas abriera sus piernas sobre él. Pero el mono, simplemente no estaba de humor.

Otro trío entre dos mujeres y un perro. Parecía ser grabado en Ucrania o uno de esos países de Eurasia, lo digo por el sonido del lenguaje. Y así, una larga lista de opciones, incluso enlaces dentro del mismo portal, conté 78 sites distintos de bestialidad, mientras trataba de entender por qué esto es excitante, y exploraba los videos vistos.

De pronto, siento esa sensación de que alguien me ve. Volteé y mi vecino estaba viendo mi pantalla, esa tal privacidad no es tanta que digamos, solo hay que pescueciar para conocer lo que ve el prójimo. Rápidamente regresó a lo suyo. Pero en ese instante en que nos vimos, en su cara sentí que buscaba algo de complicidad. Una sensación de “no estoy solo” cuando en mi monitor una chica vomitaba esperma de caballo. Quiero decir, sentí una sensación de esas de que tocás fondo, pero este aun tiene un sedimento en el que te hundís aún más. En buen inglés, a deeeeeep shit. Terminó la media hora.

Tercera estación:Escupa sin pena    

En este caso, el administrador tenía rasgos asiáticos. No hablaba mucho español y luego de pagar los Q3 por la media hora busqué una de las computadoras del fondo.

El olor a orina, las computadoras averiadas, y la mugre en los suelos daban una sensación de cybercafé post apocalíptico.

Como si Mad Max fuera a salir de fornicar de la parte trasera del local, en dónde están los mingitorios, si los hubiera.

Al principio de esta crónica dije que eramos tres. Y claro, las tres unidades tenían pornografía.

Uno estaba en Redtube, otro en Youporn, y yo en un enlace que decía casa de cita Guatemala. Volteo a ver, y en la pared números de teléfono decían “trago verga rico, soy discreto”, “mamo berga”. Solo podía pensar que esos penes habían orinado literalmente la pared. El olor era demasiado.

Mientras en el historial, había una búsqueda de Porno Chapin y Porno con indios, en eso, y para mi sorpresa, entró un nuevo cliente. Uno de los jóvenes que vi en el primer café internet ingresaba en este. En el momento en que nos reconocimos, otro cliente carraspeo y escupió al suelo, eso rompió el silencio y regresé a mi pantalla, y él, a buscar una computadora libre.  

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte