Los jornaleros de la marihuana imagen

No todos los guatemaltecos que viajan al norte van en busca del sueño americano, algunos viajan para divertirse y de paso trabajar en las granjas de marihuana.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

No todos los migrantes que van al norte viajan en la bestia, cruzan de mojados o tratan de hacer dinero para enviar remesas a sus familias. Muchos no buscan Estados Unidos como la “Tierra Prometida” en donde construir una nueva vida.

Hay quienes viajan en avión, con visas vigentes y en busca de otro tipo de aventuras, las cuales, además, les den un buen dinero en pocos meses para luego viajar y disfrutar el resto del año. Una vida nómada que no es para todos, pero que algunos disfrutan y que tiene como eje central la improvisación y la incertidumbre.

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Hace unos años, Luis*, guatemalteco, licenciado y de clase media, decidió viajar al norte para una aventura que le permitiera ganar algo de dinero y conocer nuevos lugares y experiencias. Así, se montó en un avión, algo que no era nuevo para él, y llegó a inicios de junio a Canadá.

En los valles desérticos del sur, entre ríos y lagos que ayudan a combatir las altas temperaturas que pasan de los 35 grados centígrados y que generan un entorno perfecto de tranquilidad para tirarse a descansar, tocar la guitarra o jugar un partidito de fútbol, apuró el verano recogiendo cerezas.

Pero con la entrada del frío fue momento de continuar el camino y seguir hacia el sur. Con algo de plata, un carro remolque y un puñado de nuevos amigos nómadas como él, bajó la costa del Pacífico en busca de nuevas fincas para seguir juntando algo de capital. Para ello, nada mejor que el verano extendido de California, donde el fruto a recoger cambiaría radicalmente de cerezas a marihuana.




Allí, los perros eran los mejores compañeros en la acampada, ayudaban a espantar a venados, alces y osos que buscaban y a veces conseguían robar la comida, pese a estar guardada en cajas cerradas.

Esa posibilidad de ganar un buen dinero hace que la tranquilidad de las calles y plazas de los pueblos californianos se viera alterada por la presencia de una gran cantidad de jóvenes de todo el mundo que buscan una oportunidad para trimear (slang usado por los cortadores de marihuana que se refiere a la poda) en una granja.

Como pasa en muchas profesiones temporales en Estados Unidos, un picop pasa jalando trabajadores para las granjas. Para formar parte del grupo de afortunados es importante ir recomendado o tener buenos contactos, que suelen hacerse en festivales o bares.

Ya en la granja, las largas jornadas son de 10 a 14 horas, donde se convive, se fuma y se trimea. Cada uno tiene sus horarios y su estilo dependiendo de su capacidad y sus objetivos. Pero, aun siendo uno de los elegidos, la incertidumbre no desaparece.

La misma persona que te jaló puede decidir despedirte porque no le caíste bien o simplemente por que una cosecha que pensabas te daría trabajo para 40 días, finalmente se terminó en 10 y todos tus planes cambian. 




Por eso una máxima de los trimmers (personas que quitan las hojas, limpian y dejan listo el producto para el consumo) suele ser trabajar lo más que se pueda cada día, para sacar el mayor beneficio a la cosecha. No vaya a ser que todo se acabe pronto…

Además, como en todos los trabajos, hay jefes de jefes. De eso dependerá tener un mejor salario por libra, que las condiciones laborales incluyan cama y comida, o que el capataz decida pagar una fiesta un día para relajar a los trabajadores y crear un buen ambiente laboral.

Luis lo tiene claro, los mejores jefes son los que vienen de la vieja guardia hippie: ven la vida de una manera diferente y no solo se basan en sacar la mayor rentabilidad y productividad por hora.




Durante la cosecha se cortan las plantas, se dividen en ramas y se dejan a secar colgándolas en bodegas. Ese proceso se suele hacer antes de que comiencen las lluvias para evitar que las plantas agarren moho o se quiebren.

Ya con el material seco, cada trimmer recibe una bolsa de basura o una caja plástica llena de ramas. Lo primero que hay que hacer es partir en pedazos más pequeños las ramas, quitarles las grandes hojas, para, finalmente y ya con tijeras en mano, dejar cada cogollo bien cortado y sin hojas.

Este negocio, con un poco de suerte y de trabajo duro, puede dar buenas ganancias, pero dependerá de la calidad del producto. A mayor calidad más libras se pueden lograr. La libra, dependiendo de la granja, se paga entre US$150 y US$200 y, según Luis, si haces menos de una al día “o sos muy lento o la planta está mal”.

“Las ganancias son relativas y dependen tanto de la capacidad de uno en rapidez y habilidad, como de suerte. Unos se vienen con unos pocos cientos de dólares, a otros les va mejor. Pero siempre está la incertidumbre de cuánto durará el trabajo, nunca se sabe si se acabará la mota antes de lo previsto… Además, los pueblos suelen ser caros, aunque mucha gente prefiere acampar al lado del río o busca lo más barato para sobrevivir. El trabajo suele encontrarse en los bares y eso es un gasto también.

Un mes promedio y si trabajas bien, al menos se puede hacer de US$200 a US$250 por día. Si haces menos de eso estás mal. Se trabaja todos los días, de 10 a 14 horas. La idea es hacer la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible porque la cosecha es limitada”, cuenta Luis.

Una buena temporada te puede dejar en ganancias entre US$5 mil y US$15 mil, pero también te puede ir mal, que tu jefe no te pague, que no produzcas tanto como pensabas e incluso que volvás sin nada, como le ocurrió a otro trimmer guatemalteco, amigo de Luis, que probó suerte y regresó con nada más que deudas.

Atitlán, el inicio

Como buena historia basada en la incertidumbre, esta aventura nació de casualidad en el lago de Atitlán. Allí, el futuro trimmer conoció a un grupo de gringos, de los miles que visitan el país, que desde hace más de 10 años trabajaban en granjas de marihuana.




Eso les permitía trabajar unos meses al año y juntar unos miles de dólares que les servían para vivir el resto del año en países en vías de desarrollo como Guatemala, donde el dinero les rendía mucho más.

En unos meses se abrirá una nueva temporada y una nueva época, ya que a finales del año pasado, California fue uno de los Estados que aprobó el uso recreativo de la marihuana. Desde 1996 es legal en ese Estado el uso medicinal. Pese a eso siguen existiendo muchas zonas grises en las plantaciones, sus beneficios económicos y su legalidad.

Ahora, a mayor apertura, habrá que ver cómo evoluciona un negocio donde muchos de los productores son viejos hippies que vienen de un estilo de vida alternativo. Aunque como en todo negocio con mucha capacidad lucrativa, siempre está impregnado de empresarios, mafias y personas que juegan entre lo legal y lo ilegal para rentabilizar al máximo el negocio.




Mientras se sigue aclarando el panorama y legalizando las zonas grises de este tipo de plantaciones en Estados Unidos, Guatemala sigue a la espera de que se haga realidad el sueño de Otto Pérez Molina o del diputado Álvaro Velásquez de legalizar la marihuana. 

Mientras eso pasa, Luis y otros guatemaltecos seguirán viajando a trimear, conociendo el mundo y de paso formándose para algún día poder hacer lo mismo en su propio país.

La idea según Luis es “reivindicar lo bueno que yo pude conocer de esta planta, porque creo en la mota y su desarrollo y quiero vivir de algo que me gusta”, cuenta. 

Sueña con tener una plantación en el Guatemala si algún día es legal. También le gustaría dedicar otra parte a un fin más social, colaborando con hospitales o con personas que necesiten la marihuana para un uso medicinal.

*Nombre ficticio para proteger la identidad del entrevistado.

+Fotografías: Dinafem.org, kanabia.com, autocultivo.es, universal.com.mx.

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