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Rebelde, peleonera, pero, buena estudiante, con un coeficiente intelectual muy alto, atraída a la justicia y a los problemas sociales, así se define al recordar su infancia y juventud.

Terminó High School, dos años antes de lo previsto, por buen rendimiento escolar y empezó a trabajar a los 14 años. Independencia y determinación para tomar decisiones también la caracterizan, a pesar de provenir de una familia conservadora, con principios religiosos fundamentados en la creencia evangélica.

Siempre tuvo buena educación, vistió ropa de marca y a los 15 años le regalaron su primer carro. Antes de conocer Guatemala, estuvo en Alemania en un intercambio estudiantil, en Rumania donde conoció la pobreza y en una aventura de mochilera en Santa Ana, Michoacán, México.

Dejó todas las comodidades de su hogar y las opciones de vida que le ofrecía su natal Tennessee en Estados Unidos, para llegar al país a conocer a Miguel Antonio, un niño que apadrinó cuando tenía 16 años, con US$25 al mes, por medio de una organización de ayuda social, quien luego fue adoptado por sus padres. 

La curiosidad la trajo a tierras chapinas y, lo complejo de nuestra problemática social fue la cordial invitación para que viviera en “La Limonada”, zona 5, por 3 años y que conociera lo duro que es ser reo en un Sistema Penitenciario, deficiente, caótico y sin programas eficientes de reinserción.

Mide 1.71, pesa 125 libras, es de tez blanca, pelo castaño y ojos de color verde olivo. Así es Ashley Williams, la gringa que se siente tan chapina como nuestros problemas, que habla español como entre los dientes y conoce las cárceles preventivas y de máxima de seguridad del país, así como los reos con las más largas condenas o los guardias penitenciarios con más años de servicio.



En Pavoncito y Fraijanes 2 maquila playeras y le elabora serigrafía. Foto: Facebook Serigrafía de la Gringa

Su primer contacto con un preso

Conocer la vida en la cárcel de Víctor, un reo condenado a muerte que cumplía condena en la Florida, le hizo abrir su mente sobre los problemas por los cuales pasan muchas personas que están presas y cómo algunas se arrepienten de sus actos y los daños que le han provocado a la sociedad.

Fue en la contraportada de una revista Roling Stone, que leía sin la autorización de su madre, donde encontró un anuncio para escribirle. A pesar que le dijeron ¡está prohibido!, no pudo contener la armonía de hacerlo y se pasó de los 16 a los 18 años intercambiando correspondencia con el presidiario todas las semanas.

“Cuando mi mamá se entera es porque encuentra las cartas, se puso a llorar, me dijo que esperaba que fuera un hombre terrible, que iba a sugerirme cosas malas perversas ya que era una niña, ella pensaba que él era un monstruo y no fue así. Siempre me aconsejaba como a una hija, me decía que tuviera cuidado con las amistades, que no tomara malos caminos, así nos dimos cuenta que las cosas no son lo que parecen, él era culpable de lo que hizo, nunca lo negó, pero estar encerrado lo cambió”.

Vivir donde solo los necesitados se atreven

La organización Vidas Plenas define a “La Limonada con una sub-cultura propia, con pandillas, drogas, abuso sexual, psicológico y físico, que ha sido ignorada y aislada, ubicada en un barranco que ocupa parte de la zona 1 y 5, donde habitan 60 mil personas”.

En uno de sus barrios, vivió Ashley aprendió a hablar español, luego de conocer el caso de Ana (quien también fue adoptada por sus padres), una niña que fue vendida por su drogadicta progenitora a unos pandilleros, quienes la violaron y que llegó al centro donde estaba Miguel Antonio.

Su recuerdo más impactante de vivir aquí fue el día que acribillaron a Tony y a su novia. El joven trabajaba pintando carros, la pareja recibió más de 10 balazos.

“Vivir en La Limonada es bien barato, yo pagaba Q200 por la renta con agua y luz, aquí nunca pasé hambre, la gente me lleva a su casa, me decían gringa venga aquí hay frijoles y huevos, me trataban como que era su familia, es el lugar más seguro donde he vivido”, comenta.

La rehabilitación es esperanza

Por una injusticia está presa su mejor amiga Leslie, al visitarla en la cárcel de mujeres se dio cuenta que eso era una constante en el sistema de justicia de aquí, y aunque está consciente de la culpabilidad de muchos, apela a que cualquier encarcelado quisiera la oportunidad de hacer cosas buenas en la vida.

Por cuenta propia, lleva 11 años trabajando en rehabilitación y reinserción de presidiarios con maquila de playeras en Pavoncito, Fraijanes 2 y serigrafía en la Santa Teresa.



En la cárcel para mujeres Santa Teresa elabora serigrafía. Foto: Facebook Serigrafía de la Gringa

“Si el preso tiene rehabilitación, hay esperanza, oportunidades. Lo contrario a esto es matar y hacer cosas malas, aquí si eres violento te ponen atención si no lo eres más difícil te hacen la vida, por eso se necesita que vean a lo privados con otros ojos”, enfatiza.

Débora y Gaby le han dejado su mayor satisfacción, son dos ex convictas que se convirtieron en ejecutivas, luego de cumplir condena y rehicieron su vida sin reincidir en extorsión y estafa, delitos por los que fueron encarceladas.

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