En el IGSS casi deja la vida imagen

Antonio sufría de asma y una madrugada todo empeoró. Con la mala atención del IGSS casi pierde la vida.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Antonio comenzó a agitarse, pero horas más tarde, todo se complicó. Una madrugada en el IGSS hizo que a sus 70 años casi perdiera la vida.




Eran aproximadamente las 5 de la tarde de un martes cuando Gaby, hija de Antonio, regresó de trabajar y notó que su padre estaba un poco mal del asma; le costaba respirar y se mantenía muy callado. Él comenzó a padecer de esta enfermedad en sus años de juventud.

“Yo le pregunté si quería que lo llevara al IGSS porque lo vi realmente mal, no como otros días”, comentó Gaby

Su padre se negó puesto que tenía medicina especial para tratarse la enfermedad y era más que suficiente para que su respiración se calmara y estabilizara.

Gaby y su madre Zoila, creyeron que lo peor ya había pasado, que las medicinas de Antonio resolverían su problema de sofocación y que solo era un problema momentáneo con su respiración, como lo había sido otros días. Esta vez, fue la excepción.

Al día siguiente, fue la misma historia. Gaby regresó de trabajar y Antonio se encontraba con esa crisis nuevamente, por segunda vez le preguntó a su padre si necesitaba que lo llevara al IGSS, pero la respuesta siguió siendo la misma: “No, ya tomé mi medicina, en un rato se me pasa”.

Antonio estaba convencido que su medicamento lo calmaría como siempre lo hacía, pero algo andaba mal; la medicina no estaba haciendo efecto.




La peor noche de todas

El jueves fue el colmo para Gaby, regresó del trabajo y lo encontró peor. Esta vez sin preguntarle nada, lo subió al carro y se encaminaron los cuatro: Zoila, Antonio, Gaby y yo, su hija.

Yo recuerdo que debía realizar un cartel del colegio, uno de cocodrilo específicamente para la clase de ciencias naturales. Llegamos al IGSS, mi abuelita Zoila se quedó con él, mi mamá y yo regresamos a hacer la tarea. A las 12:00 a.m. llamaron a mi mamá para que fuera por ellos.

Al llegar tuve una pequeña conversación con mi abuelito:

-¿Cómo te sientes papi? – le pregunté a lo que él respondió: ¡como nuevo, mi amor!

Me sentí más tranquila, mi mamá y abuelita también.

Nos fuimos a dormir, era una noche fría, por lo que me quedé a dormir con mi abuelita, en la casa del primer nivel, mi abuelito en su cuarto y mi mamá en el segundo nivel.

A las tres de la mañana, la voz de mi abuelito nos despertó:

“Zoila, ya no aguanto, Zoila, Zoila, no respiro, ayúdenme”

Rápidamente mi abuelita se levantó y yo vi el reloj, 03:02 a.m.

Mi abuelito no podía moverse ni sostenerse. Llamamos a mi mamá para que nos ayudara, bajó corriendo y le dijo: “Vamos al IGSS ahorita”. Pero el problema era más grave, él estaba paralizado y entre las tres tuvimos que cargarlo para llevarlo a la camioneta.

Llegamos, pidieron una silla de ruedas y lo entraron rápidamente a emergencia.

Mi mamá histérica de ver a mi abuelito en un estado crítico, solicitó que lo nebulizaran en ese mismo instante. No lo hicieron, la “enfermera” aseguró que debían revisarlo antes de nebulizarlo. “¿Es en serio? Mi papá no puede respirar, se le va un ojo de lado, ¡ME LO ATIENDEN YA!” le dijo a la enfermera.

Después de estar batallando con la enfermera, por fin lo nebulizaron, le tomaron Rayos X y cuando pasó a revisión con la doctora, le dio de alta en ese mismo momento.

Mi mamá anonadada le preguntó a la doctora si mi abuelito se quedaría, ya que no miraba con el ojo derecho y no podía caminar.

“No se preocupe señorita, solo llegó a un broncoespasmo, nada grave. Eso se le va a pasar”, le dijo la doctora.

Mi mamá no se quedó tranquila, por lo que armó bronca, he hizo que alguien más lo revisara con la atención que debía recibir. Una persona a sus 70 años, una enfermedad es más complicada.

El doctor de los Rayos X preguntó el diagnóstico de mi abuelito y la doctora le dijo que le había dado de alta, ya que no corría ningún riesgo.

Ellos hablaron en privado y automáticamente, cambiaron de opinión.

“Lo vamos a ingresar, su papá no tuvo un broncoespasmo, tuvo un derrame”, le dijo el doctor.




Mi abuelito estuvo hospitalizado 19 días y con el lado derecho completamente paralizado, su cara caída y su brazo encogido. En esos días, no le dieron de comer como se debía y tampoco nos dejaban entrar comida para él. Un par de veces, las enfermeras lo botaron al bañarlo, provocándole moretes o chinchones. Yo lloraba al verlo así al igual que mi mamá. Lo enviaron a rehabilitación a Pamplona y para diciembre, nos dio una gran sorpresa: bailó marimba con las enfermeras.

Se recuperó al 100 por ciento y cada vez que hablamos del tema, mi abuelito siempre me dice: “Nunca me atendían y por eso sentí que moría”.







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