Douglas fue declarado muerto, hoy su corazón aún palpita imagen

¿Por qué a mí? Se preguntaba Douglas, instructor de gimnasio. Él cayó muerto de la bicicleta, pero regresó y se sometió a una operación a corazón abierto. Todos somos vulnerables dice.

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Douglas fue declarado muerto, hoy su corazón aún palpita




A Douglas jamás se le va a olvidar aquel 17 de junio de 2014.

De repente cayó de la bicicleta. Pensó que estaba muriendo. Perdió la visión, el oído y solo le pedía a Dios que lo recibiera. Estaba blanco, frío y rígido. Los bomberos lo declararon muerto.




Pero tres minutos después, entre oraciones a Dios y reanimación cardiopulmonar (RCP), su pecho se infló y Douglas regresó a este mundo del limbo, un lugar donde dice solo había ecos.

El diagnóstico del médico horas después fue fulminante para Douglas.

Tres arterias de su corazón se deformaron, había que operar. A Douglas le cambió la vida. La depresión se adueñó de él inmediatamente.




¿Y cómo no habría de ser así? ¿Cómo se le dice a una persona que toda su vida ha practicado ejercicio, subido volcanes, correr triatlón, dar hasta 32 clases semanales de spinning y aeróbicos, que su ritmo de vida va a cambiar?

Además, que solo existe un 5 por ciento de posibilidades de salir con vida de la operación a corazón abierto.

“Me cambió el panorama y empecé a entrar en estado de depresión, de negación, mi corazón tenía tres arterias bloqueadas, una malformación por la hipertensión que tenía desde los 15 años”, cuenta Douglas.




Para él lo que el médico le dijo se convirtió en una capilla ardiente. Estaba deprimido, tenía miedo a morir.

No podía parar de llorar, porque muchos de los sentimientos están en el corazón, y cuando hay tristeza, el llanto viene por cualquier cosa.

Douglas perdió entre 18 y 20 libras del estrés, previo a la operación, le dijeron que igual podía quedar ciego o paralítico.

Cuando uno pasa por el corredor a la sala de cirugías, todos son muy corteses y amables, porque se está entre la vida y la muerte. Al entrar al quirófano, Douglas pidió que lo durmieran.




Douglas dice que presenció toda su operación. Se sentó en la camilla y vio cómo los médicos cortaban un costado de su pierna, casi rozando el tendón de Aquiles.

Después cómo el médico le jaló el pecho y fue cosiendo músculo con músculo.

Entonces se dio cuenta que estaba acostado, dormido y que Dios le dio el privilegio de ver desde afuera cómo lo operaban.




Hoy, Douglas lo puede contar. 

Pero él volvió a vivir, hoy dice ser una persona con un sentido común más grande y regresó a sus clases de spinning y yoga, pero cuidando más su corazón que, tres años después, sigue palpitando dentro de su pecho.

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