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Colocó la llave en el “switch de arranque” de la moto china que había comprado, seis meses atrás, con la que se ganaba la vida como mensajero y cobrador. Por alguna razón, en ese momento, Joel no entendió por qué la pedorra como solía llamarle a su medio de transporte (que los fines de semana era familiar), no arrancaba.

Insistió una, dos, tres, cuatro y cinco veces, hasta ponerla a funcionar a puras patadas. Su intuición le falló y no supo interpretar que quizás esa noche no le convenía salir, simplemente asumió que por algún problema eléctrico no lograba ponerla en marcha.

Sobre el manubrio de metal cromado colgaba su chumpa de cuero negra, un casco con un pronunciado penacho de color verde, alusivo a la cresta de El Quetzal y sus guantes.

Su desesperación por salir de su casa aquella noche lluviosa, del 16 de septiembre, en la que sus hijos le demandaban atención y jugar a las escondidas, le hizo olvidar que “el tiempo perdido hasta los santos lo lloran”.

Sentía recorrer por todo su cuerpo y en cada terminal nerviosa descargas eléctricas que lo impulsaban a salir para reunirse con sus “cuates” en la gasolinera de la Roosevelt, donde cada noche de sábado, solían juntarse para embriagarse hasta perder el conocimiento.



Foto: Bomberos Municipales 

Hasta ese momento, el plan era perfecto en su mente. Como ya era una costumbre para él tener esa rutina cada fin de semana, nada podría salir mal y a modo de resumen repasaba cuatro pasos claves; salir, llegar a la gas, “tomarse un parín” y regresar a la casa como buen bolo social. Bien portado y como si nada hubiera pasado, total en la madrugada al llegar ya nadie estaba despierto.

Instalado en el lugar y rodeado de sus amigos que disfrutaban sus chistes y ocurrencias, las primeras tandas de tragos nunca le hacían mella en su robusto cuerpo. El apodo de Brutus, como también le conocían a Joel, no era solo por su corpulencia, ni por ser bueno para las peleas callejeras, sino por ser el más aguantador para ingerir alcohol.

Él era quien dejaba a todos “doblados”, el que amanecía desayunando una sopa instantánea, mientras cuidaba a todos “los borrachitos escandalosos” como le decía a sus cuates y sin que el exceso de chelas o tragos le despeinara un solo pelo del copete, estilo Jimmy Neutrón que le caracterizaba.

La vida te da sorpresas

Cuando Joel llegó donde estaban sus amigos, literalmente solo se tomó un par de tragos, compartió con ellos unas horas, no se excedió, la pasó tranquilo, incluso fue moderado con sus bromas y le tocó soportar la molestadera que le hicieron cuando se despidió al filo de la medianoche.

A diferencia de cuando salió de su casa, al salir de la gasolinera la moto arrancó de inmediato, se puso el casco y partió. A media calzada Doroteo Guamuch Flores iba cuando un vehículo que se desplazaba a toda velocidad lo atropelló.

No recuerda nada de ese momento, solo que todo le dio vueltas y que llevar puesto el casco, le salvó la vida. Cuando recuperó la conciencia estaba en una camilla, con un fuerte dolor que lo hacía temblar, hasta que se le salieran las lágrimas, tenía fracturada una pierna y un brazo.

Accidentes como el que le ocurrió a Joel han sido una constante en las últimas semanas. Según los Bomberos Municipales, a diario atienden de 28 a 30 emergencias relacionadas con accidentes de tránsito, de estas entre 15 y 20 son motociclistas accidentados y hay por lo menos de 5 a 8 con lesiones de gravedad.



Foto: Bomberos Municipales 

Los afectados van desde repartidores de comida rápida y trabajadores de farmacias de turno, hasta los particulares que viajan con la esposa y dos hijos en la moto.

Estadísticas del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), dan cuenta que al mes se atienden entre 180 y 240 pacientes por accidentes de tránsito, de estos el 18 por ciento son motoristas que sufren lesiones severas en el cráneo, piernas y brazos.

La cifra de hospitales como el Roosevelt y San Juan de Dios no son la excepción en este tema, en estos centros asistenciales se atiende a diario de 5 a 10 casos relacionados con motoristas accidentados.



Foto: Bomberos Municipales 

Después de dos operaciones, tener implantada una placa, clavos y tornillos, la recuperación de Joel es lenta. El tener cobertura social le sirvió para no tener los gastos que conlleva en lo privado tratar estas lesiones.

El pago proporcional que le hará el IGSS, los tres meses que va a pasar suspendido, le servirán para el sustento de su familia y será hasta que regrese a trabajar, en enero del otro año, cuando mande a reparar su moto.

Foto de portada: Pixabay

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