Un relato sobre dentistas y malos olores imagen

Este Relato es de un dentista y los horrores que ve, respira y todo lo que se enfrenta. No imagina lo bizarro que puede llegar a ser.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Si este Relato es de un dentista anónimo es porque él sabe que le traerá consecuencias con sus clientes. Nadie ama el servicio odontológico, pero que vengan y saquen los trapitos al sol de qué tan asquerosa puede tener uno la boca, puede ser ofensivo. Aquella frase de “tu boca parece tragante” nunca fue tan cierta.

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Con el tiempo se te quita la sorpresa, todos vivimos eso cuando éramos estudiantes, ese instante en que ves una boca abierta con implantes, tornillos o sin dientes. Con el tiempo pasa. Lo que recuerdo. En mi caso, lo que me impresionó al principio eran los olores.

Pese a tener mascarilla pasan los aromas, aunque a mí ya se me acostumbró la nariz, o se me murieron algunas células olfativas, no sé. Ahora ya no me afecta tanto. Incluso los mismos olores de podredumbre, de cosa fermentada que hay en la boca. Al final, las mismas bacterias tenemos todos en la boca y cuando algo se queda atrapado entre los dientes y se comienza a podrir, eso emite ciertos vapores, y son los mismos en la mayoría de las personas. Al final es costumbre.

Es como alguien que trabaja con la basura, para uno es ofensivo pasar cerca de un basurero, pero la mara que se dedica a eso ya se acostumbró. Sí hay cosas, por ejemplo, cuando quitás una corona, o una placa… cuando la retirás, sale una serie de gases que son feos.

Cuando sos estudiante eso puede darte náuseas. Lo vi cuando era estudiante con mis compañeras, al oler eso hacían arcadas, porque no estás acostumbrado al olor. Pero pasa con el tiempo, sé de alguien que, lo que hacía, con tratamiento de canales, que es donde más se sienten profundos esos olores… él lo que hacía era sacar la lima y olerla.

Lo hacía porque dependiendo del olor puede ser un tipo de bacterias u otro, tienen diferentes tipos de olores y para no mandar a hacer un cultivo, que es lo que se debería hacer para recetar un antibiótico, él de forma empírica hace eso. De alguna forma, mi amigo ya había aprendido a distinguir los olores y lo que hacía era esa práctica. Hay unas bacterias que te digo, son tan ofensivas como el olor de las heces, que a la gente la pueden hacer vomitar.

Una vida sin lavarse los dientes

Con lo que me topo, depende si es urbano o rural. En el área rural es donde he visto las peores cosas. El urbano, incluso cabeceras departamentales, tienen un cierto acceso a servicio, mirás más o menos lo mismo que en la ciudad. En los departamentos ves menos tratamientos estéticos, pero ya está cambiando. Ahora ves de todo, como los implantes, que son unas de las cosas más nuevas y caras… y lo que los hace inaccesibles.

En cambio, en el área rural, pero en donde hay focos de miseria, digamos, ahí ya la atención odontológica pasa a un segundo plano, pues primero es la subsistencia. Ahí no hay nada, ni siquiera cepillos. Ahora imaginá qué pasaría después de 60 años. Es decir, después de una vida sin lavarse los dientes. Esos casos se dan, entonces mirás bocas en las que los dientes casi no se ven, en el caso de la quijada, son dientes que tienen tanto sarro que son una masa unida, es una piedra en la que no se ven los dientes.

Cuando son casos así, el mismo sarro hace que más o menos se vayan deteniendo los dientes, pero se les caen eventualmente y sin dolor. Lo que sucede es que pierden tanto hueso que comienzan a ser móviles y caen luego de perder el nervio. El cuerpo está diseñado para que algo que ya no sirve se deseche. Pero sí son casos que se miran en lugares en los que hay mucha pobreza.

¿Qué tan probable es perder un diente por un golpe, como en las películas?

“Eso es muy, muy fácil, pero depende. Los dientes están diseñados para soportar mucha carga vertical, pero al recibir una fuerza horizontal, están perdidos. De una patada le podés romper con bastante facilidad un diente a una persona. Pero debe ser un golpe fuerte”.

Cosas raras de dentistas

A mí me da hambre después de quitar sarro, y no sé por qué. Y es una de las cosas que alguien que no es dentista vería como raro. Digamos que se te quitaría el apetito luego de quitar restos de comida calcificada. La misma sensación de placer cuando uno tiene las manos llenas de goma y te la quitás, es como una armonía de hacerlo. A mí me pasa eso, pero hay dentistas que odian quitar sarro. ¿Por qué me pasa eso a mí? No sé, pero he hablado con otros colegas a los que les pasa más o menos lo mismo.

Odio trabajar con niños




Hay gente que ama trabajar con niños, pero agghhhhh, yo odio trabajar con niños, pero creo que debo matizar y decir: odio trabajar con los niños citadinos, porque son una mierda, una bola de consentidos. Ahora, la gente no sé… lo pongo así: de niño, a mí me dejaban que me fuera a dar un montón de vergazos, salía en a bici y regresaba con las rodillas ensangrentadas. En cambio ahora no dejan que les pase absolutamente nada. Entonces los niños no conocen el dolor. Pero también tienen mucho poder sobre los adultos. Yo les tenía miedo de niño, ahora quieren imponer decisiones propias sobre sus papás, y muchas veces lo logran, y creo que eso es lo que hace a un niño consentido. Creo.

Pero cuando llegan con el dentista… [en este momento el dentista bufa] para empezar es difícil razonar con un niño, mientras más pequeño, menos entiende que tu trabajo es causarle un dolor momentáneo, buscando un beneficio al final. Cuando comienzan a hacer berrinche… uno tiene cierto nivel de paciencia y llega un momento en el que le querés meter un golpe o pedir que se vayan a su casa. Sucede que en EE. UU. los sedan, y me parece buenísima idea. Pero acá no nos enseñan a sedar y no creo que la gente esté dispuesta a pagar Q 1 mil más del tratamiento solo por eso. Quizá en algunos círculos, pero en la mayoría no.




Aquel niño sedado. 


Esas son las cosas que no me gustan de mi profesión, porque no me gusta aguantarle mierdas a nadie… independientemente de la edad. Pero ahora bien, llama la atención cuando he ido a jornadas en los departamentos. En lugares en los que hay miseria es impresionante cómo es de distinto. Te topás con la forma de ser de los niños, y cómo afrontan el dolor frente al dentista. Son niños tremendamente estoicos, en donde se sientan a aguantar.

Uno no sabe los idiomas mayas, pero por que lo escuchás y ves cómo lo dice el papá, intuís que le dice, “abrís la boca o te cae”…. Y como cuando vas a jornadas lo único que llegas a hacer es a sacar dientes, sabés que eso es lo que más molesta a un niño.

Abren la boca, yo comienzo con la anestesia, y luego es turno de las maniobras para sacar el diente. Sabés que molesta, y el niño lo siente, son sonidos extraños para un niño, además de la ansiedad de estar en un lugar público. Estás en un salón comunal, rodeado de un montón de gente, no es una clínica bonita. Es una situación muy complicada, y aún así le hacen huevos. Mantienen la boca abierta. Sabés que les duele porque les corren lágrimas en los ojos, pero no se mueven, no se inmutan, no hacen nada. Tienen una compostura hasta heroica, están en una situación muy pisada y le hacen huevos.

Entonces regresás a la ciudad, después de haber ido a eso y te llega un niño citadino que le metés el espejo –que me ha pasado– y comienza a gritar de dolor…. entonces… por eso es debido matizar, no me gusta trabajar con niños citadinos llenos de mierdas.

Adultos miedosos

También pasa con los adultos, gente muy ansiosa que toma la decisión de arreglarse los dientes. Les explicás, establecés una conexión empática, sobre todo porque sabés que será un tratamiento que dolerá. Lo hacés sentir cómodo platicando, y hay gente que aun así, no se deja. Personas que luego de respirar profundo, cuando las recostás dicen, “no, no, no, espéreme… voy al baño”… regresan… por mala suerte ven la aguja… Y dicen, “hay no, no, espere, espere”, y te tardás 45 minutos en que la gente reaccione. Pero claro, no pasa mucho, es 1 de cada 250 pacientes.

Crisis y extorsiones

Seguro que afecta la crisis. Ahorita estoy pasando un mes muy difícil. Enero es un segundo plano, pues es pagar todo lo que gastaste en diciembre y las cosas de los niños en los colegios. Enero es difícil, pero diciembre es buen mes, nadie se quiere comer los tamales con dolor. Luego es agosto y septiembre… se siente lo difícil.

Lo que me ha afectado es un caso como el siguiente. Ellas, mis pacientes, trabajaban en las inmediaciones del mercado La Palmita. Tenían una venta de jugos. Buenísimas pacientes, puntuales al venir y al pagar. No venían a hacerse cosas superestéticas, solo era higiene. Luego, venían y me decían, “ahora repárele la boca a mi nena”. Y me traían a la hija a su revisión anual. Era gente interesada en mantener su higiene dental, y luego al papá, y así una cadena. Todos colaboradores como pacientes y de repente dejaron de venir.

La duda de que hiciste algo mal y nada que aparecían. La secretaria intentando comunicarse con ellas y no atendían ningún teléfono. Y Nosotros con la duda: “no solo se fueron a otro lugar sino que, además, están como la gran puta con nosotros”… y como al año pidieron una cita y llegaron.

Yo con la sorpresa y les pregunto, “¿y ustedes? Estamos tratando de contactarlas’”, y me responden  que las llegaron a extorsionar y por ello dejaron el negocio. “Nos fuimos de la casa y ahora vivimos muy lejos, en la casa de mi hermana, ahí estamos las dos familias”. Ella había llegado por una molestia y yo respondo, bueno, si pueden regresen, y al mismo tiempo me contaron sus planes, con el miedo de regresar a ver si podían poner su negocio.

Y es ahora que están seguramente intentando rehacer su negocio, lo que sea, pero es que es una mierda. Sabés, no es por mi negocio es más por empatía, no es por mí. Claro que me afecta, pero me cae mal que era gente que hacía las cosas bien, trabajando honradamente y que le hacía huevos a la vida y con eso le alcanzaba para educación, casa, comida e incluso la orientación para darle servicios de salud a su familia, hacían las cosas bien… y en eso aparece un par de imbéciles y se caga en todo. Porque después bien pisados, sin dinero, viviendo en una casa apretados. Y casos como ese he tenido más de uno, que por extorsiones ya no llegan.

Eso es pisado, eso es una mierda que creés que no te afectará porque vivís en un lugar donde no hay extorsiones y te movés en un lugar donde no hay extorsiones, pero todo eso nos afecta a todos, no solo conmigo, si no con un montón de mara más. Eso es lo peor que me toca vivir como dentista.




Dentistas los que trabajan en las calles de India, como The Dentist of Jaipur.


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