Siempre tendremos Friday’s Géminis imagen

Se apagó aquella luz tenue que iluminaba desde 1997. Así llegó a su fin un restaurante innovador. Aunque la franquicia sigue –y bien por ellos–, para nosotros Friday’s ha muerto.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Desde 1997, y en nuestra opinión, por los siguientes 13 años –aunque exageramos un poco– el local de Friday’s Géminis marcó tendencia. Nos vio crecer e incluso nos invitaba a trabajar ahí. Daban ganas de andar con la camisa rayada y los tirantes llenos de botones. Te encontrabas gente de la U, amigos que trabajaban en él, y años después ibas a comer con compañeros de la oficina. Pero hasta los restaurantes tienen fecha de caducidad. Su declive en el servicio hizo extrañar su origen, hasta que por fin terminó este año sin la pompa y la gloria que merecía. Al enterarnos no sabíamos si reír o llorar.

***

Sí, Friday’s Géminis fue durante años el Casablanca de Guatemala. En ese restaurante convergían jóvenes de todo tipo, familias los domingos y por las noches era un buen lugar para ir y tomar un trago, quizá dos. Como en la película, llegaba gente de clase media.

Aunque las opiniones pueden variar, era el restaurante al que llevabas a tu cita a finales de la década de los años 90. Todos los escueleros de bachillerato y estudiantes universitarios acudían a él… es que era el lugar perfecto. En ese momento no había restaurante igual. Empecemos con el hit principal: la decoración. Una suerte de sótano con recuerdos de los abuelos que estudiaron en Princeton o la universidad que fuera; además, juguetes antiguos, fotografías familiares de gente que nunca conocerías, afiches, publicidad antañona y un perro de plástico de más de un metro que recordaba al de RCA. Esta es, entonces, una colección de Relatos nostálgicos.



Esto queda del local. Foto cortesía Publinews.

Era un lugar de moda. La primera vez que fui no me gustó. Estaba muy lleno. Nos sentaron afuera. Pusieron 4 mesas. Reconozco que éramos como 20. Era un grupo de chat de Internet que, por el principio de la década del 2000, era una forma de hacer amigos.

La segunda vez que fui pude admirar el lugar. Su decoración fue lo primero que me llamó la atención. ‘Estos no tiran nada’, fue lo primero que pensé. Había desde productos de hojalata hasta timones de barco. Era lo que había colgado en las paredes. El ambiente era como una taberna londinense con guiños americanos. Incluso los meseros tenían un uniforme bastante juvenil, con gorras, minifaldas y medias negras. Recuerdo que tenían muchos botones de metal pegados en las camisas o gorras. Cada quien tenía su manera individual de expresarse como mesero. Era una forma de respeto a la personalidad de cada uno, quiero pensar.

Ese toque de roble oscuro y la iluminación amarilla le daban una atmósfera íntima, había mucha comodidad. Nadie te corría ni te apresuraba para comer. Recuerdo que tuve mis épocas en las que comía ensaladas. La Fajita de Pollo era mi preferida. Después cambié a carne. Era Jack Daniel’s Steak y ahora son las costillas. Pero, de pronto, siento que ya no cabía la gente. Se sentía muy apretado el lugar y la comida bajó de calidad. Se podía tener el mismo plato en otro Friday’s, pero con mejor sazón y más grande.

Es típico de los restaurantes en Guatemala, una vez que son éxito se duermen en sus laureles y después vienen para abajo y los cierran. ¿Si lo extraño? Bueno, por razones de cercanía me gustaba. Las conversaciones que tuve con los amigos siempre fueron interesantes e intensas. No es un lugar que cambió mi vida, pero en su momento fue un lugar que sirvió otro tipo de comida, que no fuera rápida y que tenía algo más… como diría Forrest Gump, eso es todo lo que tengo que decir sobre eso”. Allan.



No todo fue color de rosa, a veces se tenía que esperar demasiado por una mesa. 

La comida no tenía parangón, a finales de los 90 y principios de los 2000 no había una oferta gastronómica similar, y si la había no era lo mismo. Claro, barato nunca fue, pero el ahorro para los clase media valía la pena. Las costillas con salsa Jack Daniel’s fue un deleite durante años. La música era actual y a volumen acorde para apreciarla. Te permitía comentarla y hablar de lo que quisieras. No tenías que gritar. Piénsenlo, ahora no hay restaurantes que te permitan tomar un trago y platicar. Siempre está el volumen elevado, como si la conversación no importara.

Friday’s Géminis no hubiera sido un éxito sin su iluminación. Simplemente invitaba a la intimidad, a conversar y escuchar. No había el apuro de, “¿todo está bien con su orden? Desea más… quiere probar nuestro pastelito de qué se yo… qué tal la comida…”. No, no ocurría y si por alguna razón te hablaban, no era invasivo, no era hipócrita, no era una conversación forzada. Era el amigo que te invitaba a su casa a comer.

Empezó como uno de los restaurantes con el concepto amigable en el que te servían tus amigos cuando llegabas, pero de ahí se transformó en un restaurante común y corriente. Al principio, con las decoraciones del lugar parecía que estabas comiendo en tu habitación, tal vez era la cocina que todo adolescente quería tener cuando se fuera a vivir solo.

Cuando empezó era el sueño de cualquier universitario, el de trabajar ahí siendo un bar tender porque podías platicar de cualquier cosa. Podías molestar, celebrar los cumpleaños, que te prepararan los platillos a tu manera y todos, todos tus caprichos. Para mí no era un lugar para ir a festejar un aniversario con la novia o un aniversario familiar o algo así. El lugar no me invitaba a una celebración, era más para chismear que para otra cosa.

Dejó de ser lo que era hace mucho tiempo. El lugar de repente se convirtió en un restaurante más, donde los meseros solo llegaban a tomar tu orden sin darte algo que te hiciera pertenecer. Su traje de rayas rojas y blancas se convirtió en un uniforme más, ya no transmitían la alegría de antes. Se olvidaron de los pines, de los sombreros creativos, de la alegría que toda persona que asistió tenía antes.

El bar se convirtió en un trabajo normal, solo te preparaban los tragos y las personas ya no convivían contigo. Friday´s se convirtió en otro día normal de la semana, o sea, una monotonía”. Luisro.

Claro, no era perfecto. La canción ridícula del cumpleaños y la humillación pública dejaban mucho que desear… pensabas, “claro… es el tercer mundo, el escándalo, cuando no lo invitan, llega solo”. Pero salvo ese momento la pasabas bien. Y eso no regresará. Si bien los demás locales de la franquicia guardan elementos del decorado, ya no es lo mismo. Además, jamás sabremos qué ocurrió y por qué el servicio cambió tanto, quizá cambiaron de dueños… eso quedará como un misterio sin resolver.

Pero sigamos con lo bueno, cuando no tenías el talento para generar una conversación fructífera, el decorado te ayudaba. Incluso los meseros, más las meseras, tenían el tino de identificar que estabas en una cita y se volvían tus cómplices, te ayudaban –con la conversación o con el servicio– a sacar tu mejor esfuerzo por más papa sin sal que fueras.

Otra cosa, no era un lugar para emborracharte. Si bien la pasabas alegre, no era un bar del todo. Además, el precio no te lo permitía tan fácilmente. Luego de unos seis o siete cócteles te detenías, y eso que podías pedir tragos sin verte digamos que delicado: una margarita en la mano de un macho alfa no era mal vista en este lugar, si la broma es válida.

Descender al baño era otro plus. Para acudir al servicio había que bajar al sótano, por medio de un tablado rústico. Con un poco de suerte lograbas tener señal con aquellos primeros celulares. Claro, con el Startac no había problema, ese teléfono era invencible. En fin, realmente era progresista el restaurante. Recuerdo que la vida cambió con el lanzamiento de los Lunch. Tenías un plato decente, con acompañamiento, más refill –cosa que era innovadora en este terruño– más helado y café… con refill. Era un parteaguas en el servicio de los restaurantes en Guatemala, equiparable solo con el all you can eat de Pizza Inn (Q.E.P.D.).

Por si fuera poco, las butacas te permitían mucha más intimidad. Si las cosas iban mal en la relación con tu novia, ibas ahí porque sabías que no te iban a gritar, si habían reclamos serían con un tono bajo, como gente civilizada. “¿Otra vez, Gabriel? ¿No quedamos en que ibas a saludar a mis papás cuando los vieras en la calle? (ejemplo con fines demostrativos)”. Realmente, el restaurante era un cómplice como locación.

Una buena plática acompañada de una buena comida. Nada más pido para pasar una velada divertida y exitosa. Y si se le añade música decente, mucho mejor. Eso encontraba  siempre que fui con mis amigos a Friday’s Géminis. Parece exagerado decir que no es fácil encontrar un lugar así, pero no lo es. Hay pocos lugares que te dan la iluminación y el volumen de la música adecuada para pasar horas conversando acerca de cómo arreglar el mundo y nuestras vidas, de paso.

El cierre de Friday’s Géminis y la apertura del nuevo restaurante, con todas las características que no me gustan de los demás Friday’s, es más que una decisión empresarial. Es el reflejo de que el tiempo pasa, y si te detienes, las tendencias publicitarias y de mercadeo te pasarán por encima. Las tendencias (o trending) me invitan a acoger música con volumen alto, iluminación fuerte y comer en vitrina para que los visitantes me vean y se les antoje copiar mi estilo de vida, el de comer en el nuevo Friday’s. La invitación está en la mesa”. David.

En fin, Friday’s era el lugar en el que te encontrabas con todos. Era un refugio muy al estilo del Rick’s American Café, de Casablanca. En una esquina una pareja discutía su futuro; en la barra, un grupo de amigos recordaba alguna vivencia de infancia. Y en el centro, varios ejecutivos tenían un almuerzo de negocios. Todo podía ocurrir en sus mesas sin invadir el espacio del vecino.

Solo faltaba Sam al piano y su orquesta interpretando la pieza prohibida de Rick, mientras Isla entraba por la puerta para recordar que, pase lo que pase, y aunque nuestras vidas se separen, ellos siempre tendrán París; y nosotros, el Friday’s Géminis, una reminiscencia distante que se perderá en los anaqueles de la memoria, de amores y amistades pasadas. Friday’s, descansa en paz



Siempre tendremos París.

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