Las secuelas del Black Friday imagen

La espera es larga y la demanda es alta, no importa dormir afuera de las tiendas y hacer interminables colas. Conductas inexplicables desata el Black Friday.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Siempre tuve curiosidad por entender el extraño comportamiento que se presenta en estas fechas, de aquellas personas que estampadas en los vidrios y las puertas de los almacenes esperan impacientes a que abran. Largas filas de personas soportando el frío de la noche y de la madrugada con los ojos fijos en las puertas tapizadas de “ofertas” y “promesas de ensueño”. Todo esto por el famoso Black Friday.

Pocas de esas personas conocen el origen de tan esperada fecha que enloquece a las masas y crea conductas poco usuales en los compradores quienes esperan con ansias. El término Black Friday se originó en Filadelfia, donde se utilizaba para describir el denso tráfico de gente y vehículos que abarrotaba las calles al día siguiente de Acción de Gracias. El uso de este término comenzó alrededor de 1961.




Pocos días atrás decidí visitar una de mis tiendas favoritas de ropa, en búsqueda de un par de prendas, previo a la Navidad. Mientras me tallaba la ropa, llamó la atención ver cómo los empleados del lugar preparaban enormes carteles con ofertas que parecían irreales “hasta 70 por ciento de descuento”. Fue ahí donde noté que se debía al tan esperado Viernes Negro.

No compré el vestido ese día porque decidí esperar a que su precio redujera, según la señorita que me atendió de Q500 que era el costo original iba reducir a Q250 y qué mejor que ahorrarse, aunque me advirtió que “ese es un día de locos” y que por lo menos tenía que estar a las 6:00 de la mañana en la fila.

Salí con la esperanza de por fin tener el vestido que tanto había querido y a mitad de precio. Pero tenía otra misión y era conseguir una Tablet que con suerte podía tener un descuento del mismo tipo, fui a una reconocida tienda de electrodomésticos y encontré la que tanto había querido, el chico del mostrador me dijo lo mismo que esperara al viernes para obtenerla a menor precio.




Antes de irme del centro comercial noté que un grupo de trabajadores que pegaba los enormes carteles de descuento se reían a carcajadas mientras movían su cabeza como negando algo, uno de ellos dijo “muchá, qué gran estafa es esto”. No les puse atención hasta que encontré a dos de ellos en el elevador, me dio curiosidad (como siempre) y les pregunté sobre por qué se reían tanto.

Para mi sorpresa uno de ellos me dijo “señorita compare usted misma los precios de hoy y cuando venga el viernes se va a dar cuenta” “todo esto que hacen es pura publicidad porque no le bajan nada a los precios” y el otro comentó “y si le rebajan son cosas con defectos, el Black Friday es solo para los de Estados Unidos”.

Me dejó preocupada porque pensé que si era real todo lo que habían dicho ¿a cuánta gente habían engañado? Y si no quizás eran trabajadores inconformes con su vida, pero como dice el dicho hasta no ver no creer.




Por fin llegó el tan anhelado día, en el cual todo parecía ser justo para los compradores compulsivos, en el que el dios de las compras se compadecía de nosotros y los precios se convertían una nada. Una fecha que por fin una tarjeta de crédito sería suficiente y el único obstáculo era la fila, además de los pocos cajeros en las tiendas.

Primero fui a la tienda de ropa, todo había cambiado de lugar y las personas parecían correr una carrera contra el tiempo, vi a dos señoras peleándose por un par de botas y a otro par por unas carteras. Tras pasar por una tumulto de personas arrasando con todo lo que veían a su paso, al final encontré mi vestido, solo vi la talla y cuando revisé su precio, sorpresa Q425 ¡en serio! Esperé una semana para que la tan famosa “rebaja” fuera de Q75.

Me enojé y pregunté por las prendas que tenían el 70 por ciento y cuando la señorita me llevó era ropa horrible (a mi gusto y como todo lo que estaba ofertado) y algunas de ellas estaban sucias o descosidas. Mi primera experiencia fue una decepción total.

Fui a la tienda de electrónicos y la Tablet sí tenía un considerable descuento, quizá no del 50, pero era un precio aceptable comparado al costo normal.




El anhelado día terminó y yo veía caras de decepción y otras de alegría, la mía era solo otro día más de compra. Tal vez mi poca experiencia en esta fecha no supo llevarme al lugar adecuado o era en serio lo de los hombres de los anuncios, o es que quizá nuestro país no ha sabido manejar esta demanda que llegó para quedarse. Al final es este temible lado del Black Friday que nadie quiere escuchar.

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