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Un hombre alto, cabello café oscuro y siempre cubierto por una gorra. Sus dientes tienen casquillos de oro y su mirada siempre fija en el rostro de quien está frente a él. Tiene un lobo tatuado en su brazo al que trata de cubrir con camisas de manga larga.

Prefiere utilizar un nombre ficticio, Alan se dedica al cambio de dólares en zona 1 desde hace 4 años y asegura que es un negocio, que hasta hoy le ha permitido mantener a su hijo. Vive en Fraijanes y viaja todos los días a la capital con la esperanza de encontrar un buen cliente.

La jornada comienza a las 9 de la mañana, con calculadora en mano y un par de hules en su muñeca. Se coloca en una esquina de la 7a. avenida, sostiene un par de dólares en sus manos y empieza a ofrecer.




Luego de un par de horas divisa un carro que quiere cambiar un par de dólares, corre tras de él y mete la mano por la ventana del vehículo. Intercambian un par de palabras y se va corriendo con el auto como quien dice “para que no se me vaya”.

El proceso tarda alrededor de unos 15 minutos, Alan vuelve y ahora su rostro expresa una leve sonrisa de satisfacción. Sus compañeros le preguntan detalles de su venta y regresan a su oficio para ver quién es el siguiente afortunado.

Recibe otro par de posibles clientes, hace un par de cuentas en su calculadora y algunos de ellos se marchan porque no están de acuerdo con su tarifa. Al final del día guarda sus implementos en una pequeña mochila y entra a un local a pocos pasos de su punto de cambio.




Alan resulta ser solo un intermediario, trabaja para don Cheyo, él es quien determina el precio de cambio de sus clientes, de esto le da un 5 por ciento como pago por su labor.

Ellos, a diferencia de los bancos, no tienen límite de cambio puede ser desde un par de dólares hasta miles, el valor cambia de acuerdo con la denominación del billete. Para los de US$100 el cambio es más alto y para los de US$20, la tasa es más baja.

Marvin, un cliente frecuente, dice que prefiere cambiar dólares con ellos porque en los bancos “ponen muchos peros”, aparte que, en las ocasiones que lo ha hecho obtiene una mayor ganancia que haciéndolo en una entidad bancaria, según él.




Luis Godínez, abogado y financista, expresa que estos vendedores no cometen lavado de dinero, como muchos los han calificado, ya que esta operación consiste en hacer que los fondos obtenidos a través de actividades ilícitas aparezcan como el fruto de actividades lícitas y circulen sin problema en el sistema financiero.

Estos cambistas de dólar, son más bien parte de un mercado negro, ya que no se rige por las mismas normas y criterios que la actividad legal. En otras palabras, no cumplen con el pago de impuestos, licencias, permisos y demás.

Luis aconseja lo siguiente para realizar un buen cambio de moneda:

1. Verificar periódicamente cómo está el cambio, ya sea en páginas web o las distintas bancas electrónicas.

2. Compara en varias casas de cambio, por ejemplo, usa varias cantidades y pregunta: cuánto me pagan aquí por US$100, por US$500 y por US$1,000. Anota la cantidad que te pagarán por cada cantidad y de esta manera podrás hacer una buena comparación.

3. Lleva billetes de alta denominación y en buen estado, pagan mejor por uno de US$100 que uno de US$20.

Para Alan, es una forma de ingreso, un trabajo arriesgado y competente. No solo cambian dólares, también trabajan con pesos mexicanos y lempiras, de esta manera busca superarse, además de darle una mejor vida a su hijo.

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