Lo que ellos callan: violaciones sexuales a hombres, un estigma en Guatemala imagen

No se sabe cuántos son los que callan, pero sí se conoce lo que silencian y enfrentan. Su silencio es un grito de auxilio que, hasta ahora, nadie ha querido escuchar.

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Fotografías: Santiago Billy 

No se sabe cuántos son los que callan, pero sí se conoce lo que silencian y enfrentan. Su silencio es un grito de auxilio que, hasta ahora, nadie ha querido escuchar. Estas son las historias de una realidad oculta y olvidada en Guatemala, que a través de dos series y unas cuantas letras relataré para ti.

Era de madrugada, un joven empleado de una entidad pública tomó un taxi para regresar a su casa, iba ebrio y no rechazó una bebida que le ofreció el piloto. Perdió el conocimiento en cuestión de segundos y despertó horas después con el pantalón y el calzoncillo en las pantorrillas. Se retorcía por el dolor en el ano y los genitales, mientras tanto, revivía la pesadilla, no era la primera vez que lo violaban.

Años atrás, el joven petenero de 21 años había sido deportado de Estados Unidos, después de vivir ahí indocumentado desde niño. No importó su licenciatura en Administración ni sus peticiones de que le permitieran quedarse. Las autoridades migratorias lo creyeron mexicano y lo mandaron a ese país. En su travesía hacia Guatemala fue violado en repetidas ocasiones. Ya asentado en la capital consiguió trabajo en un ministerio y se refugió en el alcohol. Cuando pensó que lo peor ya había pasado, fue abusado por el taxista.




La violación sexual a hombres adultos es un delito silenciado en el país. El Ministerio Público (MP) registra un promedio anual de 488 casos de violación sexual a hombres mayores de 18 años que ocurren a nivel nacional. La quinta parte se reporta en el departamento de Guatemala con un promedio de 99 casos por año, seguido por Alta Verapaz con 58 casos y Suchitepéquez, con 40. Los otros dos departamentos con un promedio superior a 30 casos por año son Huehuetenango y Quiché.

El artículo 173 del Código Penal define la violación sexual como “quien con violencia física o psicológica, tenga acceso carnal vía vaginal, anal o bucal con otra persona o le introduzca cualquier parte del cuerpo u objetos por estas vías, u obligue a la otra persona a introducírselos a sí misma”.

Pero hay una gran cantidad de casos que no llega a ser denunciada. La vergüenza, el temor al escarnio y la puesta en duda de su hombría, las complicaciones para continuar con la demanda y la falta de información y de recursos económicos complican la búsqueda de justicia, así como de ayuda médica y psicológica.

En ese subregistro de casos quedó el de un joven de Totonicapán que migró a la capital en el año 2000 para estudiar Psicología en la Universidad Rafael Landívar. Vivía en un austero espacio en la zona 1 y era buen estudiante, pero tenía problemas con el alcohol. Le gustaba beber en cantinas del centro capitalino y a menudo se quedaba dormido en las calles.

Una madrugada dormía en una banqueta cercana al Cerrito del Carmen y no pudo defenderse del motorista que abusó de él en plena vía pública. Estaba demasiado ebrio cuando se percató de la agresión, tanto que luego del hecho, se volvió a quedar dormido. La sola idea de explicar que estaba tan borracho que no recordaba detalles, lo hizo desistir de denunciar el hecho en el MP o la policía. 

UNA FISCALÍA DE MUJERES PARA INVESTIGAR VIOLACIONES A HOMBRES

Aun cuando el hombre decide denunciar una violación sexual, se enfrenta a un sistema que, pese a sus reformas, no contempla igualdad de condiciones para los casos en los que la víctima es un hombre adulto.

Hasta 2009, el Código Penal solo reconocía como violación sexual la cometida contra una mujer. Las reformas de ese año consideraron que es violación la penetración anal y bucal no consentida (además de la vaginal), así como la introducción de objetos en cualquier parte del cuerpo, sin importar el género. 

El problema para buscar justicia en los casos de violación a hombres no es el marco legal, sino la vía para acceder a esa justicia. El diseño prioriza mujeres y menores de edad. Los casos de hombres adultos quedan en un segundo plano y, a menudo, minimizados.

El hombre que decide denunciar una violación sexual en el departamento de Guatemala, es atendido bajo el Modelo de Atención Integral (MAI) del MP. Es una oficina abierta las 24 horas, todo el año, en el Barrio Gerona, zona 1 capitalina.




Aquellos denunciantes hombres que no se sienten cohibidos de buscar justicia en una fiscalía para mujeres se toparán con varios obstáculos. El principal es no poder aportar la información necesaria para identificar al agresor o agresores. Las lagunas mentales y los efectos del alcohol u otra droga suelen ser las causantes de que cuenten los hechos a medias o con diferentes versiones.

Esa fue la razón por la que un agente de seguridad privada no logró que su violador fuera sentenciado a prisión. Se trata de un guardia, de entre 22 y 25 años, quien fue violado por su compañero de trabajo en la oficina donde descansaban y guardaban sus pertenencias. La víctima contó 3 distintas versiones al juzgador, en las que aparecía como constante el uso de la intimidación con arma de fuego y la ingesta de alcohol.

A pesar que había una violación certificada por un médico del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), no fue suficiente para el tribunal y absolvió al acusado. El joven abusado intentó suicidarse cuatro veces durante el proceso.

La mayoría de víctimas se encuentran renuentes a buscar atención médica y psicológica, viven un calvario por el resto de su vida, detalles que te estaré contando en la próxima serie de “Lo que ellos callan”. 

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