El blog del gordito imagen

Aquí les contaré la historia de cómo buscar un equilibrio de salud y bienestar con los métodos más convencionales hasta aquellas recomendaciones extrañas y desconocidas que me dan todo el tiempo porqu

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Antes de comenzar tengo que confesarles algo. Siempre, sin excepción alguna, he descuidado mi aspecto físico. Fui el niño gordito en la primaria y secundaria, el adolescente gordo, el joven panzón, y ahora el adulto con sobrepeso. Claro, sus contadas excepciones con todo y mis trastornos alimenticios. Soy de esas personas que entra a su casa y una de las primeras cosas que hace es abrir la puerta de la refri solo para ver qué chingados hay. Y cuando me deprimo no como, más bien se me va el hambre.

Hecha la salvedad, tengo que contarles que me sumé a un proyecto un poco extraño. Platicando con Relato.gt me abrieron las puertas para contar a manera de crónica un proceso para mejorar mi salud. También quiero decirles que tuve mis reparos respecto a escribir una columna quincenal sobre cómo comer menos y cosas por el estilo en un país como Guatemala y sus índices de pobreza. Admítanlo, 2016 tiene que ser al año de la corrección política por excelencia, un epítome de la descalificación.

Pero eso no quiere decir que no me deba preocupar por mi salud. Solo para que se hagan una idea de mis condiciones. 

Los triglicéridos los tengo hasta el cielo (632 cuando el máximo debería ser 149). Peso 235 libras, estoy a la vuelta de los treinta y mi vida es muy sedentaria. 

De la casa, al carro, del carro a la oficina, y así de regreso. Hubo un tiempo no muy lejano que mantenía una dieta decente y hacía ejercicio porque me acababan de diagnosticar hipercolesterolemia familiar: mis niveles de colesterol malo son altísimos por un defecto en el cromosoma 19. No, no podré ir a la Escuela Xavier para Jóvenes Superdotados. Lo único que me dejó son dos pastillas diarias de por vida.

Todo se detuvo el día en que me lesioné la rodilla. Abandoné el gimnasio, dejé de moverme, fui a terapia, claro, al IGSS y su centro de rehabilitación, que fue como un spa durante un mes pero que al final me dejó con un dolorcito que ahora uso como excusa para no ejercitarme. Soy experto en procrastinar por las razones más ridículas a sabiendas de que en donde vivo hay un gimnasio a mi disposición, a la vuelta un parque al que podría ir a correr, o que mi hermano tiene a pocas cuadras un gimnasio personal. Pero no todo es culpa mía. Mi esposa es repostera y soy el sujeto de pruebas: galletas, cupcakes, pasteles y los postres más soberbios que se les puedan ocurrir.

Ya llegué al punto en que me siento incómodo con todo: mi cuerpo, mi ropa, el cansancio de subir unas gradas, y el miedo con abuelos diabéticos de los dos lados, más historiales de hipertensión. Se imaginan el panorama. Y como tengo un cromosoma mutante, me lo voy a tomar como si fuera el proyecto Weapon XI –sí soy geek y me refiero a Wolverine como mi antecesor– hasta mejorarme. Aquí les contaré la historia de cómo buscar un equilibrio de salud y bienestar con los métodos más convencionales hasta aquellas recomendaciones extrañas y desconocidas que me dan todo el tiempo porque “ya estás gordo vos”.

Que la Fuerza me acompañe.

Juan Diego Oquendo

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