Tengo cierto tiempo de ver tenis obligado por los desayunos interminables de mi hermano que el desempleo le recetó en los 90. Asimilé mi cultura deportiva actual en aquella década dorada de la MLB, NFL y NBA. Disfruté de los Bravos de Atlanta y aquellas 6 series mundiales infernales en las que solo ganaron 1. Después con los Yankees de Nueva York.
La década de los vaqueros de Dallas, con Troy Aikman, Emmitt Smith, Michael Irvin y los Broncos con Sterlling Sharpe y claro el mariscal de mariscales John Elway. De la NBA por supuesto que Jordan, Barkley, Pippen, Rodman, Isaiah Thomas, David Robbinson, Karl Malone, Shawn Kemp, Patrick Ewing y así. Los seis títulos de los Bulls de Chicago fueron increíbles cada uno de ellos.
En tenis vi a André Agassi, Boris Becker, Goran Ivanisevic, Stefan Edberg y el enorme Pete Sampras. La rivalidad por aquellos años era Agassi vs Sampras. Federer era muy admirador de Sampras; casi su ídolo. Se enfrentaron una vez en Wimblendom en el 2001 y Roger le ganó en 5 sets. Ese partido en ronda de cuartos ponía al suizo como la gran promesa del deporte. Es muy probable que, si hubiera existido posibilidad, el público lo hubiese sacado en hombros del All England Tennis Club. Ese partido fue considerado como el pase de estafeta; el cambio generacional. Apenas tenía 19 años.
El poderío de Federer vendría con el tiempo. No tuvo rival que le despeinara. Pasarían años antes de ser desafiado por Rafael Nadal, y después la cola de geniales talentosos como Novak Djockovic, Stan Warinka, Andy Murray, Andy Rodick. Según Federer, Martin Cilic se convertirá en el próximo gran héroe del deporte blanco.
Wimblendon es la casa de Federer ha ganado 8 veces al punto que le dicen “El Rey Roger VIII” y es el indiscutible en 140 años del abierto. El suizo ganó sin perder un set y levantó el título número 19 de su carrera alejándose un poquito de Nadal que lleva 15 y que seguramente será rebasado por el español. Roger sabe que aunque su carrera como tenista será recordada por generaciones aunque su récord tiemble. El español cuenta con 31 y tiene suerte de jugar todavía. Las lesiones en rodilla, la muñeca y demás, lo han golpeado. La atrofia que padece en la rodilla aunque tiene solución lo alejaría del deporte para siempre. Le recomendaron bajar de peso para no estresarla y ahí está que ganó el Roland Garros.
Esta rivalidad tuvo un punto álgido en la final de Wimbledon en el 2008. Es uno de los enfrentamientos que todavía se siguen releyendo, recordando y reviviendo. Un partido de casi 5 horas en el que Nadal lo venció en 5 sets. Jamás he visto una cosa así en mi vida. El nivel de competencia rebasa cualquier partido en 140 años de deporte. Se convirtió en un clásico instantáneo. Es EL PARTIDO de tenis que todos debemos ver.
Fuera de las marcas es importantísimo para aquellos que nos gusta este deporte que cuando se ve a Federer jugar, es posible que no veamos alguien así con tanta clase, inteligencia, frialdad y amor propio por ganar.
La final de Australia entre Nadal y Federer de este año se convirtió en otro clásico. Aunque sabemos que Nadal no le cae bien Federer siempre reconoce que cuando gana o pierde contra él, es uno de los mejores del deporte.
Ojalá que Federer siga ganando más títulos no porque sea por el mejor récord o abulte las estadísticas de su señorío y se derrame más tinta sobre su grandeza, no. Es que sucede que cuando lo vemos lugar y dispara el tiro ganador y estalla en llanto, se ve su humildad y vulnerabilidad como deportista. Se ve a aquel joven de 19 años que estalló en llanto cuando le ganó a su ídolo. Se ve al gigante. Al Rey Federer. Viva El Rey.