Penquiaba rateritos hasta que lo madrugaron imagen

Esta es la historia de Tertuliano, un muchacho que hacia justicia propia y ajena con sus puños, hasta que unos ladrones, que había agredido previamente, tomaron revancha.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Las historias más increíbles aparecen sorpresivamente, sin ser buscadas. Circunstancialmente frente a mis ojos apareció este relato, me bastó poner atención en el comentario aleatorio, ese que para muchos hubiera pasado desapercibido, pero que para mí es un drama que merece ser contado.

Le pasó a Tertuliano Máximo Esfuerzo, el nombre me lo inventé yo, con un poco de ayuda de José Saramago y lo hice para resguardar la verdadera identidad del protagonista de este apasionante relato.

Tertuliano Máximo Esfuerzo era “penquiador de rateritos”. Aunque soy enemigo acérrimo del uso de la fuerza, debo reconocer que las motivaciones de este personaje eran consecuentes, lo que no significa que fueran acertadas.

“Me parece poco congruente alegar sobre la delincuencia y verla sin hacer nada…” El argumento me enganchó ¿y a ustedes? En ese contexto Tertuliano Máximo Esfuerzo empezó con repeler, desde luego a golpes, asaltos dirigidos a él. ¿Cuántas veces lo hizo? No lo recuerda a ciencia cierta, pero sí tiene claro que más de un par, antes de octubre del año pasado.

Y es que la indignación de Tertuliano es compartida por muchos, sobre todo en una ciudad donde, de acuerdo a la Secretaría Técnica del Consejo Nacional de Seguridad, de enero a junio de 2017 han asaltado a 246 peatones (seguro la cifra negra es mucho mayor), herido  en hechos violentos a 1 mil 425 personas y  matado a otras 910.  

El climax de esta historia llegó hace algunos meses cuando un grupo de patojos trataron de robarle. De nuevo hizo valer su fuerza. Los muchachos no tuvieron otra alternativa que subirse a un vehículo y huir.

A veces pensamos que los ladrones son seguros y que van con actitud a quitarte tus pertenencias, pero siempre he creído que, al menos las primeras veces, van igual o más asustados que sus víctimas.




Quizás por eso huyeron los ladrones, a quienes Tertuliano Máximo Esfuerzo logró reconocer. Semanas más tarde los encontró de nuevo. Estaban en esa misma zona capitalina, donde una efigie de un hombre corpulento sostiene una pesada roca. Esta vez el ataque iba dirigido a una muchacha.

Por supuesto no lo dudo ni por un segundo, se despojó de la pesada mochila que llevaba sobre sus hombros, empuñó sus manos y fue a pegarles una bonita penquiada.

Hasta ahí el marcador es Tertuliano Máximo Esfuerzo 2, rateritos 0, al fondo se escuchan las notas de “Eye of the Tiger”, y el protagonista de esta historia ve a los ladrones en la lona, mientras él luce victorioso y alza los brazos en señal de victoria, al mismo tiempo en que una multitud corea: Máximo, Máximo.

Aproximadamente un mes más tarde nuestro gladiador, un tanto distraído, caminaba por esa misma zona, cuando fue tomado por sorpresa y ¡plangan! un único golpe certero a su rostro. Una hora más tarde despierta sin sus pertenencias y es llevado por una unidad policial al Seguro Social de accidentes. Para este momento el marcador ya fue remontado y con creces por los rateros.

El reporte médico es poco alentador: dos fracturas en la mandíbula, una más en la nariz y heridas en su ojo izquierdo. Mes y medio tuvo que permanecer en ese hospital, con dieta líquida y dos cirugías que por fortuna arreglaron el daño.

La deducción de nuestro amigo Tertuliano Máximo es sencilla, un solo golpe, saña, mismo sector: fueron ellos, los rateritos a los que les habían partido su madre semanas atrás.




¿Lo volverías hacer? “No sé, no estoy seguro. Ahorita digo que no, que no vale la pena y que es peligroso, pero todo eso ya lo sabía cada vez que me metía de cabeza en una situación de esas”.

La respuesta de Tertuliano es más por su temperamento, pero al continuar con la conversación asegura estar consciente de que esa no es la respuesta. “Con estos chavos no evite que dejaran de hacer lo que hacen, solo que se enojaran más”.

Nuestro gladiador y ángel justiciero ya está recuperado y su experiencia lo llevó a tomar decisiones: la primera cambiarse de lugar de residencia y dejar la famosa zona citadina donde casi lo matan y la otra, mucho más importantes es impulsar un proyecto que contribuya a que los jóvenes dejen de delinquir.

De momento es solo una idea atravesada en su cabeza, pero que poco a poco madura.

“Odio la criminalidad. Al principio pensaba que decidían ser criminales y ya, no me importaban las causas. Por experiencia he aprendido que la mayoría de las veces su forma de ser se relaciona al lugar donde nacieron y a las circunstancias en las que se criaron. Por eso de nada sirve investigar crímenes y llevar gente a prisión si van a salir igual o peor. Así que mi enfoque es distinto, quisiera investigar y publicar causas, razones, datos y tal vez recomendaciones sobre las distintas áreas en riesgo y personas vulnerables”, me dijo.

Hubo una conclusión de Tertuliano que me gustó y con la que quiero cerrar su relato: “uno busca cuál es el problema que se quiere tratar de resolver y mi problema es con los criminales, no con los patojos de las gaviotas, ni con los rateritos de la calle, sino con los que realmente son malos”.

Larga vida a Tertuliano Máximo Esfuerzo. 

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