La tauromaquia de Leiris imagen

No sé si las nuevas expresiones de la cultura popular disfrazadas como deporte llamen la atención del arte, pero la corrida de toros cautivó a los artistas durante los siglos XVIII al XX.

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La lidia de toros ha ido decreciendo por la emergencia de una nueva versión de las luchas de gladiadores. Mientras que el espectáculo de la matanza de los bufidos ha disminuido en la preferencia de las audiencias, el mercado encontró una nueva forma de circo que concentra a las masas en torno al despliegue de todo tipo de técnicas de la agresión y la defensa entre hombres y mujeres en torno a un cuadrilátero. Una de las expresiones de este deporte vulgar en el siglo XXI es dejar con vida a los combatientes, sea cual sea su desempeño siempre saldrán con su paga a gozar de su libertad para gastarlo en otros productos que le ofrecerá la mano invisible. Estos combatientes se convierten en mercancía y hasta en ídolos breves mientras sean capaces de trompear a quien se le ponga enfrente.

No sé si las nuevas expresiones de la cultura popular disfrazadas como deporte llamen la atención del arte, pero la corrida de toros cautivó a los artistas durante los siglos XVIII al XX. Las pinturas de Francisco Goya o de Pablo Picasso representan la lidia de toros hasta la encarnación del animal en un humano doblemente animal, resucitando la representación del minotauro, pero simbolizando el poder natural y su capacidad sexual.

Una de las expresiones de la tauromaquia también es literaria y filosófica. Quizás una de sus manifestaciones más elaboradas es el ensayo de Michel Leiris titulado Espejo de Tauromaquia. Luego de la introducción va a la madeja que irá desenrollando poco a poco: “El torero y el toro, frente a frente, se miran en un espejo perverso… luchan por saber cuál de los dos será arrojado a la fosa invisible del ruedo”. Espacio de citas y vacíos entre los dos dejando muy en el trasfondo al público. El torero, según Leiris, se predispone con el “vestido de riesgo”, la ocasión es más justificada, el ruedo que dispersa y arruga los espacios y tiempos, entre las miradas y los movimientos del “vaivén del YO y EL OTRO, compás del toro y el torero”.

La corrida se convierte en un espectáculo de la tensión, un círculo o un espacio plano, según la mirada, es capaz de generar tantos trazos y recorridos, en trayectorias que reúnen estrategias diferentes, llegar al otro en un choque rotundo o evadir las intersecciones hasta llegar al punto que es definitivo. Tan impactante, dice Leiris, que nos coloca “en contacto con lo que hay de más íntimo … más inquietante, de más impenetrablemente escondido en el fondo de cada uno de nosotros”. Acá va lo filosófico expresado en poesía, la experiencia de la lidia de toros, para él: “las diversas e imprevisibles reacciones variopintas son las únicas capaces de desvelar los confusos remolinos profundos que se agitan en nuestro interior, esos hechos cruciales y reveladores, son cada vez menos frecuentes en una época, como la nuestra, abrumada por la necesidad inmediata e instalada en la resignación”. No me cabe la menor duda de que es la mirada de Leiris, que como buen poeta, es capaz de ver el mundo de manera diferente. Encontrar en los fenómenos que nos circundan un tipo de relaciones que difícilmente tienen acceso a quienes no se atreven a crear o enredarse en el arte y sencillamente restringirse en un falso empirismo o un pensamiento estrictamente lógico.

Leiris también nos ofrece viro repentino que emerge de la tauromaquia y es el amor cuyo arte se convierte en erotismo. Lo cual corrige al cristianismo en describir el sexo como “actos carnales”, o encuentros corporales. Desde la estética, el amor y el sexo adquieren una dimensión alternativamente espiritual, aun en aquellos instantes en que se incurre en “pecado”. La perspectiva de la corrida va del poder de atracción del torero y del poder que representa el toro, en una relación de “atracción poderosa”. Danza de uniones y desapegos pero nunca más compenetrados, capaces de generar una acción de emancipación de los placeres. No obstante, la corrida de toros es mucho más salvaje, pues nos devela nuestra comunión con la muerte que llegará tarde o temprano.

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Doctor en Educación y Estudios Culturales por la Universidad de Ohio, EEUU. Licenciado en Filosofía por la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), miembro de Instituto de Investigaciones Educativas de la USAC, profesor de área de Políticas Públicas de la Universidad Rafael Landívar y ex Ministro de Educación.

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