Estimulante imagen

El ultimo sábado desperté envuelto en sus sábanas, oliendo el perfume de su piel… mi estimulante nocturno.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Levantarme temprano es algo imprescindible entre semana, pero es también uno de los problemas que atormentan mis fines de semana. Sin necesidad de alarma, mi reloj biológico me empuja fuera del sueño hacia una realidad casi sin sentido. Ya que es fin de semana, debería utilizar esas horas para descansar y recargar un poco las baterías para la próxima semana de trabajo, pero lastimosamente no es así. Regularmente despierto con una resaca terrible y con la habitación hecha un desastre, todo esto sin que haya amanecido.

Cuando no despierto en mi cama, a veces prefiero escapar antes de que el sol pueda truncar mi huida. No es por no querer estar con ella, sino por no despertarla, ya que al no poder dormir me entra una intensa ansiedad que me hace sentirme incómodo en su cama. 

La habitación de ella es cálida, pintada de color blanco. Tiene un par de muebles, una cama suave con muchas almohadas, una lámpara que alumbra con una luz suave –que siempre dejamos prendida toda la noche– y una inmensa ventana por la que se cuela la luna en las noches. En fin, la combinación de todo en ese lugar da un ambiente acogedor, lo cual debería ser un estimulante del sueño, pero desde hace años el trabajo me ha hecho del sueño un espejo que se quiebra con el mínimo soplar del viento. 

El ultimo sábado me desperté envuelto en sus sábanas, oliendo el perfume de su piel. Es mi estimulante nocturno.  Tenía el cabello crespo recostado en la almohada; ya había recuperado su forma regular después del enredo de la noche anterior. Vi sus ojos cerrados, perdidos en sus sueños, sus pestañas con dirección hacia todos lados, sus labios silenciosos, su cuerpo desnudo debajo de las sábanas –las cuales solo dejaban ver sus caderas y su abdomen, y bajo su ombligo la cicatriz de una cesárea, la cual acaricié con las yemas de mis dedos. La dejé de contemplar y me recosté viendo hacia la ventana.

Mientras contemplaba las estrellas en ausencia de la luna decidí marcharme. Me vestí y a paso lento fui saliendo de la habitación, mientras ella seguía durmiendo. Llegué a mi casa un poco antes de que amaneciera. Tomé mi computadora, un libro y decidí ir a tomar un café mientras escribía algo. Caminé unas cuadras hasta llegar a mi cafetería preferida, pedí un café y me senté. 

Esperando mi café coloqué los audífonos en mi computadora portátil y busqué música para acompañarme. Abrí una hoja en blanco y me senté frente a ella a escribir. Llegó mi café, me sentía como un tonto ya que no venían ideas a mi cabeza. Mientras degustaba mi bebida empecé a sentir un cosquilleo en la cara. Cuando terminé el café recordé todas las cosas que no he hecho y que podría hacer, sentí lo fácil que era realizarlo, que solo hacía falta un poco de valor y esfuerzo para hacerlo, que todo lo que me propusiera estaba al alcance de mis manos siempre y cuando lo hiciera con disciplina.

Unos minutos después empecé a reír por ironía. Hay estimulantes –como el café– que me hacen pensar que puedo realizar cosas imposibles, cuando ni siquiera puedo dormir unas horas de más los fines de semana, inclusive con muchas cosas a favor. Bueno, ya tenía algo que escribir. Manos a la obra.

BLOG ALUSIONACION: TRAVIS PLUMA




Autor del libro La fe, la esperanza y el amor. Cinéfilo, melómano, aficionado de la pintura y la fotografía. Nació en 1984 en la ciudad de Guatemala. Pasó su adolescencia en la posguerra. La situación difícil del país lo motivó a emigrar.

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