El club de los hijos únicos imagen

Muchas parejas que conozco comienzan con la ilusión de tener dos hijos. Mientras viven el ensueño de la dulce espera, hacen planes para que, incluso, se lleven poco tiempo.

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Muchas parejas que conozco comienzan con la ilusión de tener dos hijos. Mientras viven el ensueño de la dulce espera, hacen planes para que, incluso, se lleven poco tiempo.

Algunos han cumplido su promesa, otros en los primeros 15 días post parto están seguros que no quieren tener otro, que se unirán al club de padres de hijos únicos. Porque ser padres, aunque es maravilloso, es duro.

Yo pertenezco a ese club, mi mamá enviudó cuando yo era una bebé y no volvió a tener más hijos. Crecí en un hogar de adultos donde adivinen ¿quién era el centro de atención?.

Todo mi desarrollo se dio en una zona de confort, los mimos de todos estaban centralizados y si hacía una gracia no tenía competencia, los aplausos eran solo para mí.

En algún momento lo disfruté mucho, ser el centro de atención no estaba nada mal para una niña que veía cómo sus amigas se peleaban con sus hermanas. Sentía que ser hija única me permitía tener muchos beneficios, incluso más de los que tenían hermanos.

Pero enfrentarme a la vida real fue difícil. El mundo no siempre tiene aplausos para uno y las adulaciones del entorno a veces deben ser compartidas. Hoy puedo decir que logré adaptarme, aunque no fue fácil. 

Casi siempre siento que me falta esa amiga de infancia, con la que no compartí momentos realmente especiales. Aunque tengo amigas y familia con hermosos recuerdos de infancia a veces me entra la duda de ¿Cómo habría sido mi vida con hermanos? ¿Cómo sería ahora?. El sentimiento de tener un sobrino o de sentir el apoyo de alguien que está igualmente comprometido con mi mamá, por ejemplo. 

Al contrario de lo que le pasa a la mayoría de parejas, mi promesa de no volver a tener un hijo fue durante mi embarazo. Las nauseas y el cansancio me hicieron pensar que el camino sería inscribir a mi hija en el club de los hijos únicos. Cuando nació mi hija, esa misma en cuanto la tuve en mis brazos borré ese juramento y sentí el deseo de tener otro hijo. Vinieron los desvelos y el cansancio de ser mamá y mi promesa se me mantenía en pie. 

Hoy tengo el privilegio de estar esperando a un segundo bebé, estoy llena de emoción y felicidad de saber que mi hija tendrá algo que yo nunca tuve. Que podré tener darle el balance de que comparta sus juguetes y que las peleas sean un aprendizaje para enfrentarse al mundo de los aplausos compartidos. 

Estoy emocionada con la decisión que tomamos de tener otro hijo, de encaminarnos a una aventura que estoy segura no será fácil pero que fue como el premio que me hizo falta a mi y que ahora se lo doy a mi hija. 

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