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Desde que llegó, la presión está baja, la azúcar alta y los ánimos de la familia por los suelos. No es solo el pago, el miedo o la falta de ayuda, la que billete a billete sume a una colonia en el pánico. La amenaza de muerte pesa sobre la vida de todos y la desconfianza en las autoridades las mantiene en vilo.

Llegó una tarde a la casa, el timbre sonó con fuerza, como si alguien estuviese jugando con el botón. Largos, fuertes e incesantes eran los timbrazos.

Elvin se puso de pie, molesto se dirigió a la puerta y al abrir su rostro le dijo todo. Símbolos tatuados en la frente y los incisivos llenos de sarro le hicieron saber que los mareros habían llegado.

“Recíbalo, ahorita”, “no gracias” respondió el abuelo. “Recíbalo o sus nietos se mueren”. Nada más había por decir.




Con las manos temblorosas y las palpitaciones elevadas, cerró la puerta. Se recostó en el zaguán y trató de reincorporarse. “Sabía que algún día llegarían, tardaron 20 años en venir, pero nunca pensé que fuera así”.

Treinta minutos después, el pequeño aparato negro se activó. El timbre sonaba insistentemente, y cada timbrazo parecía gritarle “sé que estás allí, ahora contesta”.

Pero pudo más el miedo. Tal vez si lo apagaba ellos se darían por vencidos, se olvidarían de su familia, omitirían el cobro o simplemente comprendería que no había dinero para pagar la extorsión.

Pero no fue así. A la mañana siguiente, el timbre sonó nuevamente, esa vez un timbrazo corto, “podía ser algún vecino o visita”, pero no. Era el sarro y el tatuaje en el rostro diabólico que venían a pedirle cuentas, cuentas de su silencio.

“Vas a contestar hijo de la gran puta, o se muere la nena primero y luego el nene”.

Solos en su lucha

Así Elvin, su esposa Angélica, sus cuatro hijos y seis nietos se convirtieron en parte de las estadísticas del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN). Donde según la organización diariamente se reciben más de 22 denuncias por extorsiones en el Ministerio Público.

Y no es para menos, datos del MP revelan que en los últimos diez años se han recibido más de 50 mil denuncias por extorsiones y solo en 2016 la cifra alcanzó 8 mil 400. Las autoridades han hecho algunos esfuerzos por combatir las extorsiones, pero estas van en aumento.

Tal es el caso de un operativo realizado en febrero de este año, donde se logró desarticular una célula delictiva que habría cobrado Q6 millones desde agosto del 2016. Seis asesinatos, extorsiones a empresas de transporte colectivo y 37 negocios fueron los indicios que llevaron a las autoridades a dar con los delincuentes.

Pero los esfuerzos se opacan con el volumen de casos que quedan silenciados, como el de Elvin y su familia. Para ellos la denuncia no es una opción.

“No confiamos en la policía, porque ya pasó que fueron los mismos chontes los que le dijeron a los mareros quién los había denunciado”. Elvin




Piden Q6 mil

Terminada la comunicación y luego de que la luz del “frijolito” se apagara, Elvin quien trabaja como “handy man” en el sector de la finca San Isidro y la aldea de Santa Rosita, tenía dos cosas muy claras. “Sabía que no estaban jugando y que yo no tenía el dinero que me pedían”.

Sería un esfuerzo de toda la familia pagar a los extorsionistas o buscar un nuevo lugar para vivir. Los ingresos de la familia provienen de las ventas por catálogo de Angélica y los servicios de doméstica que prestan sus hijas en los condominios del sector. “Pero ni en sueños tenemos guardados Q6 mil, vivimos del día a día”.

Pero el clan no piensa rendirse, ya pagó, pero ahora se prepara para una ofensiva. “Los extorsionistas son conocidos de la colonia y nos organizamos con los vecinos”.

La colonia se ha unido para detenerlos, para evitar que otros se lleven el susto de sus vidas. Aunque no revelan lo que harán, pues hasta los derechos humanos “brincarían para defender a los ladrones”, el plan está trazado.

No habrá más miedo, nadie deberá pasar por el susto y tener que responder al llamado del “frijolito”. A nadie se le va a bajar el azúcar o subir la presión, pues dejar todo atrás ya no es una opción.

“Aquí en zona 16, marero visto es marero muerto”.



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