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Es la madre de Dios y la veneran millones de personas en el mundo, pero en la ciudad colonial ni las bombas espabilan a los antigüeños. Su celebración y otra, muy popular en la vieja capital, se dan con apenas 48 horas de diferencia. Pero la batalla por la fiesta la gana Leviatán.




Solo las bombas

Como cada año, Ed y su familia visitaron a la tía favorita, Andrea, para celebrar su cumpleaños. Era el número 33 de la hermana mayor de su esposa y el onceavo en que la pareja hacia la peregrinación a la ciudad de las buganvilias. Durante la cena, el ruido de las bombas interrumpió la charla. De inmediato los asistentes recordaron la otra celebración.

Ella se aproximaba de pie sobre su luna. Dos ángeles dorados al frente y una docena de devotas cargaban el anda, que llevaba algunas horas recorriendo las calles empedradas.

En ese momento, los comensales hicieron la conexión definitiva, “el cumpleaños de Andrea coincide con la celebración de la virgen de la Concepción”. La curiosidad pudo más y decidieron salir a ver la procesión.

“Por la ventana del restaurante, así nos evitamos el gentío y la podemos ver bien”.

La ventaja de estar en alto y en un local privado no sirvió de nada. Unos 20 pelones acompañaban a la madre de Cristo en su recorrido por la ciudad colonial.

Las comparaciones son malas

El paso de la santísima tomó menos de tres minutos. La falta de público facilitó a los vehículos entrar a la ciudad colonial.

De vuelta en la mesa la familia no pudo sino comentar sobre la poca gente que acompañaba a la virgen. “Llegaron más a la quema del diablo”, decían.

Y, no es para menos, si desde hace dos años la quema del diablo en el Barrio de la Concepción, es noticia desde mediados de octubre. Lo roban, lo dañan, lo secuestran y siempre llega a las noticias.




“La fiesta de la quema del diablo tiene más seguidores que la de propia virgen, la dueña del barrio”, comentan algunos lugareños.

Siguió la celebración y María en su recorrido por la vieja capital del país. El ruido de las bombas se perdió entre el barullo de los familiares de Andrea.

El tema se agotó, nadie más habló de la virgen, las bombas o el diablo. Después de los tacos y que los meseros del restaurante cantaran el “happy birthday”, cuando el reloj marcó las 22:30 horas, todos salieron del local.

Se despidieron de la familia, Ed, su esposa y el niño abordaron el Chevy Cobalt para regresar a la capital. Mientras abandonaban las tierras del aguacate, María y los mismos 20 pelones se les volvieron a atravesar.

Y es así como “ella” supo a quién celebran los antigüeños. Es la dueña del Barrio, pero este año le pidieron la pieza y como toda una dama ella la dio.

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